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En Aventuras de una peseta (1923), Julio Camba se pasea por una Europa en la que todavía son visibles los efectos de la Gran Guerra. Vuelve este «coleccionista de países» a lugares que, como Alemania e Inglaterra, conoció en tiempos mejores, y que ahora encuentra empobrecidos, sujetos a la devaluación en caída libre de sus monedas ?de ahí el cínico título del libro, por la relativa estabilidad y fortaleza de la divisa española? y abundantes en tipos humanos y situaciones que testimonian una honda crisis social y moral. Camba consigue el milagro de retratar este panorama desde su aparente ligereza de tono y su declarada inclinación al detalle nimio antes que a los grandes focos de interés noticioso. Con todo, la llegada a Italia, tercera etapa de su periplo, supone una auténtica revelación: un deslumbramiento de sensualidad y belleza al que el cínico cronista se entrega sin resistencia, antes de ensayar, con su paso por Portugal, una especie de readaptación a los modales y costumbres de su propia patria. Todo un recorrido espiritual, que resulta tan pertinente al lector de hoy, testigo de otra gran crisis europea y mundial, como a los contemporáneos del gran cronista.