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El curso que Michel Foucault impartió en 1983 en el Collège de France inaugura una investigación en torno a la noción de parrhesía. Al hacerlo, Foucault prosigue su labor de relectura de la filosofía antigua. A través del estudio de esta noción (el decir veraz, el hablar franco), reexamina la ciudadanía griega y muestra cómo el coraje de la verdad constituye el fundamento ético olvidado de la democracia ateniense. Describe también la manera en que, con la decadencia de las ciudades, el coraje de la verdad se transforma y deviene en una interpelación personal al alma del Príncipe. Numerosos topoi de la filosofía antigua son objeto de un nuevo examen, como la figura platónica del filósofo-rey, la condena de la escritura o el rechazo sistemático al compromiso. En este curso, Foucault construye una figura del filósofo en la cual se reconoce. Al releer a los pensadores griegos, ratifica su propia inscripción en la modernidad filosófica, problematiza su propia función y define su modo de pensar y de ser. «¿Qué es la filosofía moderna? Es una práctica que, en su relación con la política, hace la prueba de su realidad. Es una práctica que, en la crítica de la ilusión, del embuste, del engaño, de la adulación, encuentra su función de verdad. Y es, por último, una práctica que encuentra en la transformación del sujeto por sí mismo y del sujeto por el otro [su objeto de] ejercicio. La filosofía como exterioridad con respecto a una política que constituye su prueba de realidad, la filosofía como crítica con respecto a un dominio de ilusión que la pone frente al desafío de constituirse como discurso verdadero, la filosofía como ascesis, es decir como constitución del sujeto por sí mismo: me parece que esto constituye el ser moderno de la filosofía o, tal vez, lo que en la era moderna de la filosofía recupera el ser de la filosofía antigua.»