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Ticio Escobar (Asunción, 1947). Autodidacta, curador, profesor, crítico y promotor cultural. Fue presidente de la Asociación de Apoyo a las Comunidades Indígenas del Paraguay, director de Cultura de Asunción y ministro de Cultura de Paraguay durante el gobierno de Fernando Lugo. Publicó una veintena de libros sobre teoría del arte y la cultura, entre los que se destacan El mito del arte y el mito
del pueblo. Cuestiones sobre arte popular (1987), La belleza de los otros (1993), La maldición de Nemur. Arte, mito y ceremonia de los indígenas ishir del Gran Chaco Paraguayo (1999) e Imagen e intemperie (2015). Es fundador del Museo de Arte Indígena de Paraguay, formado con sus colecciones. Ha recibido diversas distinciones, entre las que se destaca el Premio Bartolomé de las Casas por su apoyo a las causas indígenas de América. Es director del Centro de Artes Visuales/ Museo del Barro de Asunción.
Aunque independientes, los ensayos que conforman este libro se encuentran conectados mediante tres cuestiones que los cruzan transversalmente y vinculan sus contenidos. En primer lugar, la crítica de la estética occidental como fuente privilegiada de la teoría del arte. En ese empeño, se analiza la posibilidad de reflexionar sobre el arte y sus tantas formas recurriendo a diversas aproximaciones críticas y hermenéuticas planteadas al margen de la gran tradición idealista occidental, aunque cruzadas inevitablemente con ella. Este intento se apoya en el concepto
de ?aura?. En segundo lugar, el concepto de ?latencia?, en el sentido de virtualidad aurática que requiere ser activada.
Una parte de la producción del arte se encuentra auratizada por su posición en los circuitos establecidos; otra, se carga de aura por su pertenencia a sistemas culturales diferentes, como los indígenas, que vuelven excepcionales ciertas cosas y hechos por su vinculación con prácticas sociales, creencias y valores diversos. La tercera cuestión refiere al vínculo entre el arte y la política. ¿Qué es un arte político? El arte político moviliza obras desobedientes del rumbo único impuesto por el mercado, cuestiona el régimen de la representación estética y la misma institucionalidad que sostienen sus prácticas; critica, en fin, el alterofóbico sistema hegemónico, pero procesa todas esas disidencias mediante los rodeos, montajes y recursos significantes propios del arte. Mediante la distancia que la forma inventa, una y otra vez, para seducir la mirada y forzarla a dudar del orden fijo del mundo.