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En Barcelona, 1919 fue un año singular, un año de revolución y contrarrevolución. En primavera, la conocida como Huelga de La Canadiense y la huelga general que le siguió paralizaron la ciudad. Fue un triunfoi para los sindicalistas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT): consiguieron las 8 horas de jornada laboral. Y llegó el otoño. Entonces comenzó un cierre patronal -un locaut- que duró ochenta y cuatro días. Dos organizaciones se disputaron el protagonismo: una patronal, la Federación Nacional de Barcelona; la otra obrera, la CNT. La movilización fue total: la burguesía salió a las calles enrolada en el Somatén, mientras otros grupos tomaron la ciudad: policía paralela, bandas de pistoleros y los mismo cuerpos de seguridad estatales. ¿Qué se pretendió conseugir con todo ello?: acabar con la CNT (que entonces contaba con 400,000 afiliados). Para ello se percibió imprescindible derribar los gobiernos de la Restauración que la toleraban. Frustrados los intentos, transitar por los caminos que conducían hacia la dictadura de Primo de Rivera se apreciaron idóneos.