Del monstruo considerado como una de las bellas artes aspira a construir una poética de la otredad. A lo largo de sus páginas se entrecruzan el monstruo de Frankenstein y Mary Shelley con Drácula y Bram Stoker, Jekyll y Hyde, Rimbaud o el Hombre Araña... Todos ellos, criaturas anómalas que se atrevieron a explorar el corazón de las tinieblas. Fascinantes y peligrosos como un bisturí, operan en nuestra alma con una minuciosidad jamás impune; transgresores y consagradores, persiguen el absoluto antes que aceptar el falso consuelo de la vida diaria. Terror y sacralidad, éxtasis y ansia signan el tránsito del animal adolescente, mutante y otro por definición. Personajes tan dispares como Edward Hyde y Peter Parker comparten la categoría de monstruo porque tanto el villano como el héroe sufren el rechazo de la sociedad: están fuera de la norma y sacuden nuestra rutina para ofrecernos el fugaz esplendor de la sorpresa. Si somos lo suficientemente sabios y afortunados, estas figuras ejemplares de nuestra primera educación sentimental prolongarán hasta la edad adulta su hechizo y su misterio.