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Nelson Contreras Sepúlveda se levantó temprano el día en que acabaría matando a Xavier Doliva Rivelles. Aunque lo ejecutaría al anochecer. Lo detendrían a mediodía, pero Contreras le daría muerte al borde de la media noche. Una ejecución rápida y limpia. Salvo por la perturbadora última voluntad del fusilado, a causa de la cual recordaría siempre su nombre y su rostro. O eso contaría Nelson Contreras quince años y medio después a Gabriel Lluch Alemany en su casa de Rengo, ante el micrófono de la grabadora.
Xavier Doliva Rivelles era un sacerdote católico, natural de Castelló d'Empúries, Girona, España, una población del Alt Empordà de unos 2000 habitantes. Hijo de Dolors Rivelles Alsina y Jacint Doliva Hurtós, humildes payeses en aparcería. Tenía 31 años, 4 meses y 21 días cuando Nelson Contreras lo asesinó.
En aquel mes de septiembre de 1973, los anocheceres de Santiago solían venir predispuestos a revestirse con los líquidos ropajes carmesíes de la sangre. Las aceras, las calzadas, los alcorques, los basurales, las riberas del Mapocho,... se embriagaron con su sabor dulzón. Se fusilaba y se abandonaban los restos en el mismo lugar de la ejecución.