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No come, no se mueve, es incapaz de comunicarse y pesa unos 200 kilos. Como un Buda autista, el anciano no necesita nada. Es una masa improductiva cuyo silencio refleja las angustias, aspiraciones y carencias de los tres compañeros de piso: Alexis inmerso en su universo virtual, Susana bregando en su mundo laboral, y Teodoro erigido en mesías de la nueva religión que toma como dios al mórbido anciano. Quién es, qué quiere, qué necesita. Los tres compañeros han intentado todo, pero el mutismo que obtienen por respuesta solo aumenta un malestar cada vez más insoportable. Este lienzo en blanco les hace preguntarse si el mundo virtual se está filtrando en la masa con la que comparten habitación, si sirve de algo llevar una vida productiva o si se puede erigir una religión sobre un dios del que solo se obtiene silencio.