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Este libro imagina una hipótesis: ¿qué sucedió durante el año y medio en que Benito Juárez, quien acabaría siendo el primer presidente indígena de México, vivió desterrado en Nueva Orleans? Es en ese «hueco marcado por el punto y aparte» en la autobiografía de Juárez donde comienza la narración. Acompañado por un pequeño grupo de exiliados políticos, Juárez desembarca en 1853 en esa ciudad hedionda que, situada a orillas de un pantano, los absorbe como una esponja. En ella se rinden al lodo, a las flores de jazmín, a la música, a la extrañeza del idioma y al insoportable verano, pero, sobre todo, se dan de bruces con la descarnada realidad del comercio de seres humanos, un mercado que nunca se detiene. Descubrirán que Nueva Orleans es una colmena de identidades heterogéneas donde se venden mujeres apresadas por las calles y donde el capitalismo muestra su pulsión primitiva, la más esperpéntica.
La estación del pantano muestra ese tiempo detenido e incierto que precede siempre a la acción de unos cuantos audaces para tratar de invertir el orden establecido. Y lo hace con la libertad arrolladora y la transgresión que caracterizan la escritura de Herrera, gracias a la cual consigue que nuestra lengua suene como una lengua liberada del diccionario que decide salir a dar un paseo.
Yuri Herrera bucea esta vez en la Historia para ofrecernos una novela magistral que, con una gran potencia fabuladora al tiempo que firmemente asentada en la investigación archivística, logra dar con una clave secreta de un presente a la intemperie.