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En un futuro no muy lejano, cuando La Red ya lo decide casi todo y la inmortalidad virtual se ha convertido en una promesa factible, un anciano de ciento cuarenta y un años se enfrenta a un horizonte donde el pasado se funde con el presente y la realidad se desdibuja. No es ningún perturbado. Sus palabras, melancólicas notas dispersas escritas en 2194 desde una curiosa residencia de ancianos, nos invitan a un viaje insólito que trasciende épocas.
Una novela prodigiosa que explora la naturaleza de la memoria, la fragilidad de la identidad personal y el lugar de la humanidad en un futuro donde la digitalización fuera de control lo reduce todo a ruido y ceniza.