Para envío
Reconozcámoslo. Cada uno de esos milagros del amor logró hacer entrar, en las escenas cotidianas de nuestra vida personal y colectiva, un inesperado gesto subversivo, por sí solo capaz de dislocar las relaciones de dominación, jerarquía y poder que hemos interiorizado en lo más medular de nuestra cultura. Entonces y ahora, custodia y cuidado. Quienes quieran buscar en la subversión que introducen esos hechos un atisbo de magia o de premodernidad quizá carezcan de la sensibilidad suficiente para poder reconocer la presencia de una poderosa fragilidad -la del amor- que al final habrá de mostrarse más definitiva que la de la propia muerte.
Quizá también la poesía, como aquí la de Bernardo Santos, pueda ayudarnos a volver un poco mása reconocible (pero en toda su capacidad de milagro, de asombro y subversión) la validéz de tal promesa.
Del epílogo de Enrique Falcón.