Haroldo Conti no nació en el Delta pero habló de él como sólo se puede hablar del paisaje de la infancia: rehaciéndolo como espacio mítico. En 1949, alquiló una cabaña de fin de semana en el arroyo Gambados y empezó a recorrer en bote los ríos: preguntaba ?el por qué esto y el por qué lo otro de los isleros y de las islas?; se hizo socio de un club de remo; en el 54 compró la cabaña y, en un remate de la Marina, un bote que reparó en un astillero del Tigre. En 1962, además de Sudeste, se publicaron Sobre héroes y tumbas (Sábato), Bomarzo (Mujica Láinez), Historias de cronopios y de famas (Córtázar), La alfombra roja (Marta Lynch), y al año siguiente Rayuela inauguró el boom latinoamericano. Casi todas las obras de esa lista parecen haber ganado en valor histórico y menguado en el literario, salvo Sudeste. Desde el margen que Conti eligió representar: un escenario marginal en la narrativa argentina. Ni pampa, ni selva ni ciudad. El Delta olvidado y en parte aún virgen, a una hora de la metrópoli más moderna de América Latina. Sudeste es una novela de aprendizaje o de iniciación, existencialista, alegorizante, objetivista, documental, lírica, de aventuras, de utopía, de paisaje, de vagabundeo? Una obra maestra, de lectura inagotable. ANA BASUALDO