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El límite de esa móvil frontera entre los Estudios de Área y la Literatura Comparada, que es siempre una "disciplina por venir", lo encontramos en esta suplementación meticulosa de esa impaciente recompensa que son los derechos humanos, mediante un tipo de aprendizaje de la lengua que potencia el acceso a la textualidad, La creciente virtualización de las fronteras demográficas, más que de las territoriales, que son anteriores y más extensas que el capitalismo. Estas fronteras demográficas, que responden a migraciones de gran escala, se apropian ahora de la versión contemporánea de la realidad virtual y crean un tipo de coelctividades paraestatales que tienen con los cambiantes imperios multiculturales que precedieron al capitalismo monopólico una sorprendente correspondencia.
Quizás, la planetariedad de la que ha estado hablando en estas páginas es mejor imaginada desde las culturas precapitalistas del planeta. En esta era de capital global triunfante, mantener viva la responsabilidad en la lectura y la enseñanza de lo textual parece poco práctico a primera vista. Es, sin embargo, el derecho de lo textual a ser radicalmente responsable, replicante, respondible. El "planeta" es, aquí, y quizás siempre, una catacresis para inscribir la responsabilidad colectiva como derecho. Su alteridad, que determina la experiencia, es misteriosa y discontinua -una experiencia de lo imposible. Son este tipo de colectividades las que deben abrirse con la pregunta "¿Cuántos somos?", cuando el origen cultural es destrascendentalizado en la ficción -la tarea más difícil de la diáspora.