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Construir otro mundo en este planeta es una tarea que exige, por necesidad, de herramientas tecnológicas, políticas, económicas e ideológicas nuevas. El terror antitecnológico que ha corroído a la izquierda en los últimos tiempos no casa con el modo en que, de hecho, está reconstruyéndose la realidad. No hace falta entregarse a la tecnofilia o a un ecomodernismo infantil, y tampoco aceptar toda innovación como inherentemente beneficiosa, para observar que la expansión y el abaratamiento de las energías renovables están sentando las bases materiales de una nueva revolución industrial. Aunque de manera social y regionalmente desigual, con retrocesos y pasos en falso, y enfrentada a la reacción fósil, esta transformación basada en el desarrollo, la energía y la tecnología limpias y los saltos de escala está abriendo la puerta a un mundo nuevo dentro de los límites de nuestro planeta.


