Grietas en el capitalismo

“Seguiremos viviendo en un mundo cada vez más decadente, con menos empleo, peores sueldos y menos capacidades estatales para gestionar la desigualdad”, reflexiona el autor en Los socios/as escriben.

El sistema capitalista en el que vivimos ha llegado a su fase decadente y no dudará en llevarse todo por delante si así encuentra prolongar su supervivencia. En este momento, se ve incapacitado de traer consigo cualquier idea de progreso, redistribución o equilibrio social. Cualquier intento de salida al sistema trae consigo los mismos problemas que le han traído aquí. Los cuatro grandes problemas sin solución son: crecimiento, deuda, desigualdad y corrupción. ¿Cómo terminará el capitalismo? (Editorial Traficantes de Sueños).

El crecimiento perpetuo necesario para mantener el sistema capitalista (solo bajo expectativas de crecimiento se produce la inversión) viene observándose languidecer pese a haber sido camuflado por el aumento de la deuda especulativa a costa del crecimiento futuro. Ese aumento de deuda especulativa ha provocado una sensación de viabilidad del capitalismo mientras se estaba hipotecando el futuro de los países, ya que fueron los Estados los encargados de absorber la deuda creada en el periodo de desregulación financiera.

Los mismos que fueron rescatados pasaron a desconfiar de las finanzas públicas aumentando la presión sobre la deuda. De esta forma los Estados aumentaron de forma meteórica sus niveles de deuda, llegando a estar en ocasiones al borde de la bancarrota. En tal situación y motivados por los consejos del FMI, los Estados corruptos pasaron a aplicar políticas genocidas de recortes en los sectores que aún quedaban por ocupar por los capitales como sanidad, educación o recursos energéticos. Fue la posibilidad de extraer plusvalías para el capital lo que motivó la dirección de los recortes. En los años 2010-2011, al mismo tiempo que se recortaban 12.000 millones de euros en sanidad se invertían 11.400 millones de euros en nuevos tramos de AVE, donde el beneficio de constructoras estaba garantizado.

Con tal nivel de recortes, modificaciones del Estatuto de los trabajadores, ventajas al blanqueo de capitales, modificación de la Constitución del 78 e incapacidad de las empresas para generar empleo de calidad y crecimiento, los niveles de desigualdad se han incrementado a niveles irreversibles.

La desigualdad es un problema para el propio sistema capitalista ya que este se ve con dificultades para extraer plusvalías en forma de hipotecas, seguros o mercados de masas en general. Con un mercado laboral precario, con bajos ingresos y con un estado altamente endeudado con un 100% del PIB y en aumento, es difícil imaginar una nueva fase de financiarización en la que población con pocos recursos y malos empleos se endeude en busca de vivienda. Las hipotecas continuarán y con ello la transferencia directa de los ingresos del trabajo a los bancos, pero esa forma de negocio es decadente en cuanto a la situación del mercado laboral caracterizado por un alto paro, bajos sueldos y precariedad.

Se puede pensar en otros mercados como el turismo, que es uno de los grandes negocios mundiales actuales y representa el 10% PIB mundial. El turismo se basa en la complicidad con dictaduras para su implantación, la explotación de la población autóctona, la transferencia de las plusvalías a paraísos fiscales y la potenciación del cambio climático. Este modelo del turismo por un lado depende de una clase social con altos ingresos y, por otro, no redistribuye la riqueza, de modo que su crecimiento es el crecimiento de la desigualdad, lo que implica constreñirlo cada vez más a una clase social más rica y menos numerosa.

El sistema capitalista está en decadencia, como he tratado de esbozar, no hay mercados que den salida al sistema. Seguiremos viviendo en un mundo cada vez más decadente, con menos empleo, peores sueldos y menos capacidades estatales para gestionar la desigualdad. Pero ¿qué nos queda? Concienciar, movilizar y luchar contra esa codicia y ese sistema descubriendo la felicidad en las grietas por las que se hunde el capitalismo y que tendremos que sustituir con audacia, inteligencia y la fuerza de la razón y el amor al otro.