Para envío
El movimiento libertario se preocupó, y mucho, por la renovación pedagógica de la escuela. Bajo el término de educación integral, se intentaba sembrar las semillas de la nueva sociedad que anhelaban en las mentes de los niños y niñas demostrando en la práctica que sus ideas no eran absurdas utopías de malsoñadores, sino una realidad tangible. De ahí las numerosas experiencias pedagógicas que surgieron en las prostrimerías del s.XIX en donde se enmarca la experiencia de La Ruche; si Paul Robín levantó un orfelinato y Francisco Ferrer una escuela, Sébastien Faure sintetizará ambos planteamientos y creará una verdadera colonia anarquista con todos sus miembros confraternizando en igualdad y en donde se pondrán en práctica todos los nuevos planteamientos pedagógicos. Sin alumnos, no había escuela y, por lo tanto, tampoco profesores, sólo compañeros y compañeras que compartían sus conocimientos haciendo del aprendizaje un proceso natural. La Ruche, por lo tanto, debemos considerarla como un hito en la historia de la pedagogía moderna, muy a pesar del olvido imperante sobre lo que llegaron a construir unas simples personas con la fuerza de sus ideas.