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Las cartas del mal se inician el 12 de diciembre de 1664 en Dordrecht, Holanda, donde el teólogo calvinista Willem van Blijenbergh fecha su primera misiva dirigida al filósofo Baruch de Spinoza. Y culminan hacia mediados del año siguiente con la última respuesta de Spinoza. Son ocho textos breves, apasionados, donde cunde la esgrima intelectual y el ejercicio diplomático de exponer y contraponer los argumentos de uno y del otro. El calvinista y el librepensador podrían haberse citado en una taberna de La Haya, y disputado a lo largo de una noche como espadas de dos mundos que, en cierto modo, expresan finalmente dos cosmovisiones de la vida política holandesa y del hombre. Porque detrás o entre las preguntas por Dios, por el mal, por el alma y sus rostros, acaso asome la pregunta por la libertad, por las capacidades del individuo, sus límites, y su encuentro con la historia.