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En una Buenos Aires exhausta y primaveral, Hernán se vuelve a ver con Milagros, retornada de Madrid tras haber emigrado de niña debido a la crisis del 2001. A partir de ese reencuentro, hecho de paseos por el centro, dibujos extraviados y conversaciones aplazadas, la narración construye una intimidad que ahonda no solo en el exilio, la diáspora, en el paso del tiempo y sus estragos, sino también en el duelo por aquello que ya no está.
Lo que no vuelve es un libro sobre los vínculos que se tejen entre quienes se quedan y quienes se van, sobre la fragilidad de la memoria y sobre el modo en que el lenguaje intenta, con torpeza y con ternura, dar forma a lo perdido. Lejos de la autoficción confesional, con tintes de Cristina Peri Rossi y Juan José Saer, esta es una historia que se escribe para poder decir lo indecible.