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Descaro y urgencia, resultaron, de muy atras, trasladados por el punk a formas de expresión gráficas, políticas y sociales, haciendo frecuentar cual obsceno carnaval, penumbrosas áreas de la sociedad bien pensante a códigos disidentes anclados en parodia, irreverencia, provocación, y aztituz. Tanto había por destruir, tanto por derrumbar y, a la espalda de chupas de cuero, frustración, curiosidad, ruptura, del activismo al nihilismo, reveliones colectivas, revuelta individual, barrido desarraigo, recumaba soledad.
Suburbas jaurías, con solturas desenvueltas en un mundo razonablemente destestable, que llenaron de mohicanas, aullidos y litronas terrosos campos de referente cuando, medio siglo atrás, la silla quemaba el culo en shows, qué como advertía el consabido cartelito, podrían herir la sensibilidad del espectador, Madrí sordido, cañi, violento y erótico, sediento de peligrosos placeres, que con tanta frecuencia, enmascaraban citas con la parca.