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Como en el despertar de un largo sueño, la crisis iniciada en 2008 nos ha enfrentado a una situación de incertidumbre, que parece haberse vuelto permanente. Aunque políticos y expertos continúen con su letanía de la vuelta a la normalidad, ese mundo que conocimos de recursos abundantes y baratos, de crecimiento sostenido y regular, queda a nuestra espalda. La ciencia económica y sus ideas naturalizadas de equilibrio y crecimiento ya no son capaces de dar cuenta de una economía sometida a un sistemático saqueo financiero y a una estructura de costes fijos heredada de los tiempos de la energía barata. Dentro de la tradición de la economía institucional, que se puede remontar a Thorstein Veblen, J. K. Galbraith nos presenta el gran reto de nuestra época: deshacernos de las ideas descabelladas de la economía dominante para enfrentar con éxito las reformas requeridas para iniciar un periodo de crecimiento lento, pero socialmente equilibrado.