Entrevista a Janet Biehl
La abstracción y el vacío programático tan característico en la teoría radical contemporánea, indica una grave crisis de la izquierda. De ello se desprende el desencantamiento en la creencia de que el ideal de una sociedad cooperativa e igualitaria puede ser llevado a cabo, y por tanto materializado en un tejido social real. Es como si, en un periodo de cambio y desmovilización, much@s radicales hubieran cedido el derecho y la capacidad de transformar una sociedad a l@s funcionari@s de Estado.
El nuevo libro de Janet Biehl "La política de la Ecología Social: Municipalismos Libertarios" constituye un enfrentamiento a este hecho. Es un reto a la resignación política, con un detallado e históricamente contextualizado antiestatismo y unas políticas anticapitalistas concretas para la actualidad. Por eso entrevisté a Biehl sobre su nuevo trabajo, en el otoño de 1997, por correo electrónico.
Chuck Morse, Znet
- Tu libro es esencialmente programático: enmarcas el municipio libertario en un contexto histórico y ofreces propuestas concretas para la práctica. ¿Qué circunstancias políticas en concreto hacen que sea especialmente importante la aparición de este tipo de libro en este momento?
- Al igual que la dimensión política de la ecología social (el corpus ideológico desarrollado por Murray Bookchin desde los años cincuenta), los municipios libertarios son una política libertaria de revolución social y política. Constituyen a la vez teoría y práctica para la construcción de un movimiento revolucionario cuyo objetivo es conseguir una sociedad libre, justa e igualitaria. Mi libro trata simplemente de articular las ideas que el mismo Bookchin ha expuesto.
Brevemente, para lectores no familiarizados, los municipalismos libertarios son una llamada a la creación de vida política en comunidades autogestionadas en el nivel municipal: el pueblo, ciudad, vecindario o pequeña ciudad. Esta vida política estaría organizada alrededor de instituciones de democracia directa: asambleas de ciudadanos, asambleas populares, o reuniones por pueblos. En los lugares donde este tipo de instituciones ya existe, su potencial democrático y su poder estructural podría aumentar. En aquellos lugares donde existieron podrían volver a hacerlo, y allí donde nunca existieron podrían ser creadas por primera vez.
A través de este tipo de instituciones, la gente podría gestionar sus propios problemas dentro de la comunidad llegando a decisiones políticas a través de procesos de democracia directa, en vez de delegando en élites de poder estatista.
Para abordar problemas que transcienden las fronteras del municipio, los municipios democratizados de una región determinada formarían una confederación, enviando delegados a un consejo confederado. Esta confederación no sería un Estado, ya que estaría controlada totalmente por las asambleas de ciudadanos. Los delegados que la asamblea enviase tendrían solamente poder para tratar decisiones tomadas por su asamblea. Estarían supeditados a su asamblea y serían fácilmente cuestionados.
A medida que el movimiento libertario creciera y que más municipios se democratizaran y confederaran de esta manera, las confederaciones adquirirían la fuerza suficiente para constituirse ellas mismas en un poder dual que podría ser finalmente opuesto a la Nación-Estado. Llegados a este punto, o sobreviene un enfrentamiento, o la ciudadanía se dirigiría hacia ese nuevo sistema que les ha devuelto el control de sus vidas, vaciando de poder a la Nación-Estado. Al mismo tiempo los municipios tomarían el control económico de la empresa privada, expropiando a los expropiadores. Entonces podría formarse una sociedad ecológica, libertaria y racional en que el poder estructural residiera en asambleas de democracia directa constituidas por una ciudadanía vital y activa.
En mi libro se especifican los pasos concretos que un movimiento debería seguir para llegar a crear una democracia directa de este tipo. Se hace especial énfasis en el papel crucial que desempeñaría un grupo comprometido de individuos, con una formación determinada, que a través de grupos de estudio y campañas electorales locales construyeran un movimiento que empezase a diseminar estas ideas dentro de sus comunidades.
- En tu libro enmarcas los municipios libertarios en la tradición anarquista y justificas sus metas anti-estatistas y anti-capitalistas. En cualquier caso, el énfasis que haces en el conflicto entre el municipio y el Estado (como opuesto al conflicto entre trabajo y Capital) es un punto de ruptura con diversas tendencias dominantes en la tradición anarquista. ¿Por qué es esta ruptura importante?
- Primero déjame aclarar que Bookchin no opone los municipios libertarios al conflicto entre trabajo y capital. Su intención es, más bien, ampliar la lucha de clases vinculándola al conflicto del municipio-Estado, para introducir así cuestiones que van más allá de las clases sociales, especialmente temas como la dominación jerárquica y las dislocaciones ecológicas, en formulaciones de lucha de clases, y para dar a la lucha de clases una base de democracia directa, enraizada en una cultura ciudadana y una política autogestionada. Los municipios libertarios son un intento de hacer de la lucha de clases una cuestión municipal a la vez que industrial. De hecho no es tan extraordinario, las luchas de clases de carácter revolucionario siempre han estado enmarcadas en municipios. La sublevación de París en 1848 y en 1870-71 fueron luchas desde las barricadas ubicadas en los barrios. En el Petrogrado Rojo de 1917 y en la Barcelona de 1936-37, fuertes culturas ciudadanas de barrios fueron palestras cruciales para sus respectivas revoluciones.
Dentro de la tradición anarquista, los conflictos municipio-Estado se pueden encontrar desde 1863 en el libro sobre federalismo de Proudhon, el cual era una llamada a la federación de comunas autónomas. Bakunin escuchó ese llamada e hizo de ella una parte central de sus escritos programáticos de finales de la década de 1860. En esos mismos años las ideas comunales se estaban extendiendo entre los oponentes de Napoleón III y su política centralista en Francia. Así pues, en 1871 cuando Prusia derrotó a Francia y el gobierno francés cayó, las ideas comunalistas estaban todavía en situación de inspirar la Comuna de París cuando ésta emergió de las ruinas del segundo imperio. Tras sólo unas cuantas semanas de existencia, la Comuna resultó en un final desastroso, pero aun así muchos radicales –no sólo antiestatistas, sino incluso Marx por un tiempo- se sintieron inspirados por el audaz ejemplo de los comuneros y se identificaron con el modelo de federación de comunas autónomas como una estructura política a seguir para conseguir una sociedad autogestionada y libre. A finales de 1870 la idea pasó a formar parte de los programas de la Federación Jura, que se referían a la federación comunal como a un elemento integrante de la sociedad posrevolucionaria.
Los municipios libertarios se acercan al comunalismo histórico, tanto en su teoría formal anarquista y marxista, como en su tradición dentro de la historia revolucionaria volviendo a la Revolución Francesa de 1789. A su vez van más allá que el comunalismo histórico. Allí donde el temprano comunalismo vio en las comunas funciones básicamente administrativas, meramente proveedoras de "servicios públicos" y dio poder de decisión real a las asociaciones de trabajadores (cuyas federaciones correrían paralelas a las comunas federadas), los municipios libertarios parten de una visión comunal de democracia directa que controla la economía.
Mi opinión es que la tradición comunalista, cuya evolución es el municipio libertario, no es en ningún caso ajena a la tradición anarquista, de hecho ésta estaba muy presente en el momento de su creación.
- Una cuestión que ha distinguido a los anarquistas de otros en la tradición socialista es el énfasis que han puesto en la importancia de la contra-cultura y de las contra-instituciones, como una estrategia general revolucionaria. ¿Cuál es la relación, desde tu punto de vista, entre estos esfuerzos y la lucha por las instituciones políticas de democracia directa y radicales que describes en tu libro?
- El anarquismo y la izquierda en general han sufrido un gran detrimento, debido en gran parte a la excesiva atención que recientemente se está dando a los cambios culturales en vez de los institucionales. Todo esto ha llegado a extremos tales que han ensombrecido la política. Con esto no quiero decir que el trabajo cultural carezca de significado político, pero no puede mantenerse por sí mismo, necesita formar parte de un movimiento político mayor. El arte, la cultura y la expresión personal en sí mismos, no suponen una amenaza para el orden social existente porque pueden ser fácilmente seleccionados y comercializados. De hecho, la alienación e inconformismo que el arte radical expresa pueden hacerlo a veces más vendible, como algo con una tendencia electrizante de peligrosidad.
Sin un movimiento político que se oponga a apropiaciones de ese tipo – y por lo tanto al capitalismo – así como a la dominación jerárquica, el arte se convierte fácilmente en otra forma de conformismo. La contracultura de los 60 está deteriorada en mercancía nostálgica y espiritualidad New Age, con todas sus posibilidades de comercialización, cuya sensibilidad está siendo actualmente utilizada por la publicidad (ver la reciente antología "La Apropiación del Inconformismo"). Por ejemplo, la "Revolución" de los Beatles se utiliza ahora para vender calzado deportivo y en la tienda de bicicletas de mi barrio venden gafas de sol de la marca Anarquía. Dentro del anarquismo, el énfasis por la cultura, la propia expresión y la forma de vida –a expensas de una política revolucionaria (en el sentido de una comunidad autogestionada)– se ha vuelto tan agudo que los ecologistas sociales han tenido que buscar la forma de diferenciarse de ello para intentar retener dentro del anarquismo una esencia socialista de transformación social a nivel de instituciones sociales y políticas, así como de sensibilidad.
- Tú afirmas que para crear una sociedad libre tenemos que democratizar y expandir el terreno político. ¿Qué papel juega la lucha contra las jerarquías, a menudo relegadas a las esferas personales (así como patriarcado y supremacía blanca) en este esfuerzo?
- Durante el desarrollo de una revolución política y social, sin duda la gente cambiaría algunas pautas de comportamiento, especialmente al tener la experiencia de solidaridad de una lucha común, la lucha en nombre de un ideal común en vez de luchar por los intereses propios. En el curso de estas experiencias sería de esperar que el racismo y el sexismo disminuyeran. Pero en la medida en que persistieran, tanto en parámetros mentales como en la organización social, los miembros de la comunidad –en el terreno político, en las asambleas ciudadanas democráticas– decidirían cómo abordarlos de la forma que les pareciera más adecuada.
El peligro existente de que una comunidad pueda diseñar políticas racistas y sexistas no tendría sentido en una sociedad que predicara el alcance total de las potencialidades de todos sus miembros, para luego suprimir las potencialidades de algunos de ellos. Uno de los fundamentos de la ecología social, de la que el municipalismo libertario es su dimensión política, es la condena de todo tipo de jerarquía social y sistema de clases, así como una llamada a su aniquilación.
- Tú has hecho una llamada a la destrucción del capitalismo y del Estado, y a la creación de una sociedad libre, basada en la razón, la solidaridad y la ética de la ciudadanía. De cualquier manera, tu discurso sobre la colonización de la vida social por parte del capitalismo, del asalto de las comunidades, y de la disolución de la esfera política, parece describir la destrucción de los recursos que nos darían la capacidad de construir una sociedad alternativa. ¿De dónde, bajo estas circunstancias, podemos sacar la fuerza y la visión necesarias para crear esa sociedad libre?
- La sociedad de hoy, la de la recompensa inmediata, nos hace llegar continuamente el mensaje de que nuestra función en la vida es maximizar nuestra felicidad personal dentro del marco del capitalismo. Nos da poco o ningún apoyo cultural para subordinar nuestras necesidades personales inmediatas a la adquisición de un objetivo de más grandes dimensiones. Ensombrece nuestra imaginación en su capacidad de visionar un mundo mejor, sumergiéndola en cuestiones de supervivencia práctica y el consumismo de bienes y servicios.
Este orden social no sólo nos hace conformistas y nos explota, sino que oscurece nuestra memoria histórica y por tanto nos estupidece. Quiere hacernos olvidar que durante siglos la gente ha luchado, se ha esforzado por llevar a cabo transformaciones sociales de las que no verían sus frutos en vida. No sólo no necesitaban una recompensa inmediata sino que ni la esperaban, y estaban dispuestos a arriesgarse al exilio y al castigo sabiendo que eso serviría para la creación de una sociedad mejor.
Por tanto, tenemos que reconocer que la inmediata satisfacción de nuestros deseos es parte del sistema contra el que luchamos. Debemos agarrarnos a nuestra memoria histórica y resistir la amnesia social. Debemos, de alguna forma, dar prioridad a la causa de crear una sociedad mejor antes que a la de poner una máquina de café en la cocina.
Si no encontramos la fuerza para mantener y perseverar en nuestros ideales, nuestras vidas no tendrán sentido y nos convertiremos en seres triviales. Como dijo William James "recaeremos de golpe en el vacío del que habíamos resurgido temporalmente".
Por eso tenemos que buscar a otras personas que, como nosotros, quieran mantener la dignidad humana, y que entiendan que el problema más grave al que se enfrenta nuestra sociedad no es el Niño, o nanis incompetentes, sino el orden social en sí mismo. Luchamos contra ese orden social, porque una disminución de nuestra humanidad y de nuestras aspiraciones sería insufrible.
- Marx básicamente afirmaba que el comunismo emergería de forma natural a partir de la maduración de las contradicciones internas propias del capitalismo. ¿Crees que la creación de una sociedad municipal libertaria es un fenómeno deliberado o la culminación de un largo proceso histórico?
- Las dos cosas. No tengo ninguna duda de que nuestra sociedad está yendo hacia una crisis, la única pregunta es si la causa será social o ecológica. Como señaló Marx en "El Capital", las empresas capitalistas deben maximizar sus beneficios y, por tanto, expandirse o sucumbir a sus rivales y perecer: crecer o morir. Bookchin añade que este imperativo pone al capitalismo en conflicto directo con el mundo natural. Del mismo modo que el efecto de recalentamiento del globo causará grandes estragos en el próximo siglo, las diferencias entre ricos y pobres son cada vez más grandes. Para aumentar sus beneficios de forma global, el capitalismo considera categorías enteras como inútiles, aproximadamente tres quintas partes de la población del planeta.
Además, creo que deberíamos echarle otro vistazo a la tesis de la "miseria" de Marx, donde afirmaba que la lógica del capitalismo era reducir los salarios al mínimo posible; cuando la gente se viera empobrecida, pensaba, se vería forzada a rebelarse contra la burguesía que los explotaba. Esta predicción no se cumplió, en parte porque el Estado de Bienestar fue creado para amortiguar de alguna manera el impacto del capitalismo. Ahora que algunos beneficios sociales, sobre los que la paz social se aguantaba, han empezado a desaparecer, la predicción de que la miseria nos llevará a la revolución social puede resultar ser correcta.
Cualquiera sea la causa de la crisis, cuando se desarrolle, su tendencia social de ninguna manera tiene que llevarnos hacia una sociedad libertaria, racional y ecologista. Su tendencia puede ser dictatorial y caótica. Si la crisis llega a enmanciparse, al menos una pequeña parte de conciencia sobre la alternativa liberadora debe haberse llevado a cabo de antemano.
Ahí es donde entra en juego la militancia. Los periodos prerrevolucionarios son normalmente muy cortos. Es poco probable que tengamos el tiempo necesario para hacer con esmero el trabajo molecular educativo que un movimiento liberatorio requerirá.
Ese es el tipo de trabajo que deberíamos estar haciendo ahora: especialmente construyendo un movimiento de municipios libertarios, enseñando a la gente cómo pueden tomar las riendas de la política y la economía en sus vidas, enseñándoles cómo pueden crear una sociedad que les permita reclamar su humanidad. Requiere paciencia sin límite, pero debe hacerse. Si no, la crisis que venga resultará en tiranía.
- Es difícil hoy en día encontrar a un/a pensador/a radical que no esté arrellanada/o en la universidad. Tú eres una excepción y de forma deliberada has decidido mantenerte al margen del ámbito universitario. ¿Por qué?
- La otra noche me encontré con un pasaje de Bakunin en que habla de la historia de las academias. Bakunin escribe: "Desde el momento en que se convierte en académico el más grande genio científico cae inevitablemente en la pereza. Pierde la espontaneidad y la osadía revolucionaria, y esa energía conflictiva y salvaje característica del genio, que una vez fue llamada a destruir las viejas palabras totémicas, y a construir los cimientos de las nuevas. Indudablemente ganará en refinamiento y conocimiento práctico y utilitarista, lo que perderá en poder de originalidad. En una palabra, se corromperá... " Creo que este pasaje es demasiado duro, muchos académicos de cualquier parte del espectro político intentan participar en la cultura política pública, escribiendo libros y artículos de divulgación. Y la investigación que historiadores radicales hacen sobre los movimientos revolucionarios y las ideas socialistas y anarquistas, son ciertamente de un valor inestimable para los que intentamos desarrollar esas tradiciones. Pero es difícil para los profesores universitarios escribir textos que ayuden directamente a la construcción de un movimiento revolucionario, textos que eduquen a intelectuales y a activistas revolucionarios. En la universidad uno debe centrarse en escribir textos que ayuden a consolidar su carrera y a demostrar su erudición. Escribir textos dirigidos a la construcción de un movimiento social podría desacreditar esa carrera. Los académicos tienden a dirigirse los unos a los otros, más que al público en general, y por supuesto, aun menos a un público revolucionario.