En el momento en el que redactamos esta reseña la temática de los refugiados y de su “acogimiento” vuelve a estar en la el foco de la atención mediática en Europa debido a la llegada de más de cinco millones de personas de Ucrania1 a países vecinos, debido a la invasión de Rusia. Es en este contexto en el que la lectura de un libro como “Gobernar la crisis de los refugiados” de Miguel Mellino se vuelve tan interesante y constructiva, tanto para hacerse una mejor idea de qué mecanismos se encuentran detrás de las “acogedoras” (o no) políticas migratorias europeas, como para poder construir un debate sano e intelectual sobre las medidas adoptadas en esta nueva “crisis” de refugiados, que sucede solo siete años después la que este trabajo aborda.
En esta obra, Mellino, profesor en antropología cultural nacido en Argentina y emigrado a Italia a finales de los años ochenta, se propone una doble tarea teórica: por una parte, realiza una observación de la manera en la que la Unión Europea ha gestionado la llegada de miles de refugiados a su territorio, y de qué modo ha logrado focalizar en ciertos “hotspots” o puntos calientes una política migratoria instrumental, poco respetuosa con los derechos humanos y racista; y, por otra parte, Mellino nos presenta una crítica constructiva y decolonial al antirracismo europeo, al cual concibe en una situación de incapacidad política frente al auge de un soberanismo de extrema-derecha racista y nativista, que propone la radicalización de las políticas migratorias de la Unión Europea siguiendo un discurso completamente xenófobo, securitarista y militarista.
Para hacer esta doble labor el libro se divide en cuatro capítulos precedidos por una introducción en la que se contextualiza la situación europea posterior a la crisis económica de 2008, la cual es considerada por el autor como el primer golpe al consenso ordoliberal europeo, y a la crisis migratoria de 2015, que es concebida como el golpe de gracia que termina gestando la aparición de un nuevo competidor político al orden pactado tras los tratados de Maastricht y Schengen: el soberanismo de extrema derecha. Luego de esta contextualización muy necesaria, el capítulo 1 aborda una cartografía de la “crisis” europea que sirve para sostener su análisis en los capítulos posteriores. Así, el autor sostiene que catalogar la situación europea como de “crisis”, permite una justificación política para generar un estado de emergencia permanente que reduce aún más los derechos civiles y sociales de los refugiados al restringir la movilidad, cerrar las fronteras, crear “campos” de refugiados o criminalizar las ONG. Estas medidas, que a veces son objeto de resistencia por parte de colectivos migrantes, son parte de un engranaje político y económico que trasciende el continente europeo debido a sus componentes propios del capitalismo postfordista global, y que no pueden ser atajados ni política ni teóricamente sin una perspectiva decolonial que haga hincapié en el racismo sistémico europeo.
Para englobar una perspectiva decolonial de la crisis europea, en el capítulo 2 se plantea un debate epistemológico sobre el concepto de “economía política moral”, y sobre la situación del antirracismo europea. En lo que respecta a este primer término, Mellino busca readaptar el concepto original2 para proponer una nueva política moral europea organizada en lo que él denomina humanitarismo, la cual se encargaría, dentro de una lógica neoliberal, de jerarquizar la acogida de refugiados de una forma racial y utilitarista para los intereses europeos. Todo este proceso de aceptación o de rechazo de los refugiados estaría blanqueado por los medios de comunicación y disfrazado discursivamente mediante el uso de un vocabulario positivo como “corredores humanitarios” o “pactos migratorios”, y sería aplicado en la práctica de una forma militarista y poco respetuosa con los derechos humanos en zonas de la periferia europea como Grecia, Italia o los Balcanes.
En lo que respecta a la situación del antirracismo europeo, en este capítulo se hace una crítica a la concepción idealista y monolítica que algunos intelectuales, activistas y políticos tienen del racismo, en parte debido a un legado muy eurocéntrico del concepto del racismo que tiene su origen tanto en los estudios del holocausto como en el marxismo blanco y autorreferencial, de autores como Immanuel Wallerstein o David Harvey. Ante este antirracismo blanco que muchas veces recurre a la victimización o al paternalismo, Mellino propone una reconceptualización del antirracismo europeo que pase por considerar al racismo no como algo estático y esencialista (ya sea biológica o culturalmente), sino como un hecho social total, cambiante e imbricado con todos los aspectos de la vida social que debe ser combatido políticamente.
Una vez que se ha reconceptualizado la nueva economía moral y se ha propuesto un nuevo tipo de antirracismo, el libro prosigue en el capítulo 3 con otro concepto que sebconsidera importante para entender la gestión migratoria europea, la necropolítica de Achille Mbembe. Para ello, el autor se centra primero en una crítica de la obra del filósofo italiano Giorgio Agamben y a su concento de homo sacer, al que considera incapaz de poder explicar el estado de excepción en el que se encuentran algunos puntos de Europa tras la crisis del 2015. Esto se debe a su excesiva abstracción, eurocentrismo y al poco énfasis que hace al racismo institucional europeo cuyo génesis se encuentra, según Mellino, en las experiencias coloniales en América y África que muchos autores europeos (no sólo Agamben) simplemente pasan por alto.
Una vez se ha exhibido la incapacidad teórica de Agamben para explicar la gestión y la “crisis”, el autor se propone en el capítulo 4 volver a usar el concepto de necropolítica de Mbembe para ir más allá y plantear finalmente una contribución teórica que ayude a trascender las maneras de la gestión europea. Así, el término de necropolítica hace referencia a la imbricación entre soberanía y raza gestado en las zonas periféricas coloniales, donde el estado de crisis y de excepción constante permite, en primer lugar, jerarquizar a la sociedad de forma racial y, en segundo lugar, hacer esta jerarquización mediante las políticas de muerte que incluyen asesinatos, desapariciones o genocidios. Mellino busca usar esta conceptualización para ir más lejos y plantear que esta necropolítica no es solamente algo aplicado en las colonias lejanas al centro económico europeo, sino que es una parte intrínseca de la gestión neoliberal de las migraciones europeas, tanto en su visión ordoliberal y humanista como en su versión soberanista y securitarista de extrema derecha. De esta forma, la necropolítica aparece para jerarquizar a la sociedad de forma racial y se manifiesta en la realidad mediante la violencia racista, el racismo institucional, la militarización de las fronteras, la creación de “campos” donde meter refugiados, los CIE y la segregación urbana dentro de las ciudades europeas; todas estas manifestaciones suceden de una manera discreta y se concentran en lo que la propia UE ha denominado “hotspots”: lugares de conflicto y zonas alejadas del foco mediático donde pueden aplicarse sin tapujos todas estas medidas.
Llegando a la parte final del capítulo, el autor busca cerrar su argumentación haciendo una genealogía de esta forma necropolítica de la gestión migratoria actual en Italia, ubicando su popularización a inicios de los años 90 con incidentes como desalojos forzosos en zonas ocupadas por migrantes subsaharianos, o la crisis de refugiados albaneses que llegaron tras el colapso económico de su país a bordo del buque Vlora. Esta forma de gestión seguiría perfeccionándose con el paso de los años hasta que finalmente en 2015 se vería sobrecargada por la acogida de refugiados sirios, lo que llevó, por una parte, a la búsqueda de medidas más radicales como la externalización de las fronteras o la agilización de las deportaciones y, por otra parte, a la aparición en la esfera política de actores soberanistas que buscan implementar las medidas de forma aún más radical.
A modo de conclusión del capítulo y del libro, Mellino sostiene que estas dos concepciones (la humanista y la securitarista) siguen una tendencia a fusionarse y a mercantilizar la gestión de la migración mediante la externalización y la privatización de los servicios públicos migratorios. Para hacer frente a esto, argumenta Mellino, es necesaria la reformulación teórica y práctica desde la óptica decolonial al antirracismo europeo (como él mismo ha tratado de hacer mediante este libro), para hacer que este pueda servir como respuesta política a esta forma completamente racista e irrespetuosa con los derechos humanos de gestionar las migraciones en la Unión Europea.
Como se ha podido leer en las líneas anteriores, la obra de Mellino es un trabajo teórico profundo y crítico, una propuesta de observación y también de solución que trata de aportar alternativas a la situación de los refugiados en Europa mediante una óptica decolonial que consideramos muy importante para las Ciencias Sociales, tanto las europeas como las del resto del mundo. La necesidad de tratar los problemas en Europa y también los problemas que Europa causa a otras zonas del mundo, desde una mirada alternativa y no hegemónica, es muy positiva y sirve para que la academia europea crezca epistemológicamente hablando, aunque aún falte camino por recorrer (el origen argentino del autor no es casualidad, sino más bien un ejemplo de cómo la mirada decolonial está más arraigada en otras latitudes del mundo).
Uno de los aspectos que más se agradece de la obra es la cantidad de referencias que el autor usa para sostener su argumentación, de tal forma que la crítica que se hace a Giorgio Agamben y a otros intelectuales europeos a los que se menciona (como Hannah Arendt, Didier Fassin o David Harvey) siempre está sostenida de manera sólida por otros muchos autores de diversos campos de las Ciencias Sociales. Así, es una constante encontrar menciones a pensadores de corrientes muy diferentes como Enzo Traverso, Judith Butler, Jacques Derrida, Angela Davis, Pierre Bourdieu, Frantz Fanon, Michel Foucault, Walter Mignolo, Saskia Sassen, Jean-Paul Sartre o Yanis Varoufakis entre otros. Este increíble conglomerado de autores teóricos que da solidez a la argumentación del libro es, a la vez, su talón de Aquiles, pues el lenguaje usado a lo largo de los capítulos es denso y exige un mínimo de conocimientos de Ciencias Sociales para hacer de la lectura algo fluida y constante.
Sin embargo, esto no es un problema serio si se considera que ese mismo catálogo de autores puede también incentivar la curiosidad del lector o profundizar en el conocimiento de la cada vez más estudiada y debatida óptica decolonial. Además, si algo es llamativo en este libro, es el uso por parte del autor de elementos de la cultura popular (películas, canciones, poemas, pasajes literarios) a inicio de cada apartado para anticipar al lector de lo que se va a hablar, lo que da cohesión y hace más amena una lectura tan teórica. A estos guiños a la cultura popular se le suman también el uso, en los capítulos 1 y 4, de imágenes que sirven para poner en contexto al lector de la situación de vulneración de derechos humanos que se viven en algunos campos de refugiados, ya sean planeados o improvisados, y el uso de algunas imágenes históricas como la del buque Vlora lleno de refugiados albaneses en el puerto de Bari en 1991.
A modo de valoración final, es importante recalcar la deconstrucción del antirracismo que Mellino hace a lo largo de la obra, algo que es más que necesario en un contexto en el que algunas agrupaciones racistas y de extrema-derecha se reconfiguran y logran calar en el espacio político por medio de la difusión de medias verdades o falacias. A este auge de la extrema derecha europea se le suma también el empeoramiento de la situación de Ucrania, lo que ha generado una “nueva crisis” en Europa que daría para otra obra, y que ha sido atajada de una forma aparentemente diferente a la crisis de los refugiados sirios de los que trata el libro aquí reseñado; solo el tiempo nos dirá de qué manera evoluciona esta situación. Solo queda decir que, únicamente, por medio de obras constructivas que propongan nuevos horizontes para la construcción de un mundo más ideal y justo se podrá hacer frente a una cada vez mayor sensación de intolerancia y extremismo político que no solo se asoma por Europa, sino que se expande en diferentes rincones del mundo y a una constante situación de crisis y excepcionalidad global inaugurada en el año 2020.
Marcelo Marroquín Moreau
Graduado en Sociología y Máster en Migraciones Internacionales (Universidad de Valencia, Valencia, España)
Notas
1 Según datos de ACNUR para abril del 2022.
2 Criticado por Mellino en sus dos acepciones: por una parte, la de Didier Fassin para referirse a la moralización de la política y, por otra parte, a la de Thompson y Scott para hablar de intercambios económicos que no buscan maximizar las ganancias.