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Cualquiera que lea este libro, ameno y ligero, comprobará que no hay sólo un repaso de toda la trayectoria reciente de Sarrión en las instituciones sino que también verá que detrás de su escritura se percibe un modelo de país que está condicionado de forma determinante por su sólida ideología. Sarrión no es un dirigente de fácil proclama, ni tampoco un mitinero al uso, y mucho menos es una persona incapaz de llevar un debate en profundidad; todo lo contrario, Sarrión se da a la reflexión, es capaz de elevar los ánimos del público sin por ello perder el rigor o la entereza de sus posiciones, y evita la demagogia al tiempo que muestra a las claras en qué tipo de sociedad (desigual) vivimos. Y ha sido capaz, en este tiempo, de adaptarse a una sociedad del espectáculo de cuyos principios, y con razón, reniega. Ha logrado el cariño de miles de familias trabajadoras que han visto en él una ayuda en momentos difíciles e incluso ha conseguido algo aún más difícil: que hasta la gente de una ideología distinta le respete. No es eso tarea fácil en los tiempos que vivimos.