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El propósito del segundo volumen de Utópicos es mostrar que la proliferación de la utopía a través de las épocas representa el deseo siempre renovado de dar un nuevo rostro a la emancipación. Por lo tanto, la utopía se pregunta sobre las nuevas formas de materializar la idea de emancipación y de ir más allá de lo que se plantea cada vez como un horizonte insuperable. Tanto es así que el hombre realmente aparece como un animal utópico. "Para los partidarios del orden existente, hay que desestimar a la utopía al lado de la imposibilidad, para liquidar mejor su impulso hacia la alteridad. A estos acusadores apresurados y poco amigos de la exactitud basta con recordarles que la extensión de la dominación totalitaria comenzó por liquidar todo lo que de cerca o de lejos tuviera aroma a utopía. El totalitarismo, lejos de ser el niño de la utopía, no pudo tomar su auge más que sobre el cadáver de la utopía" (Miguel Abensour).