La concesión de ayuda ha sido la principal respuesta del Norte al problema de la pobreza en el Sur. Pero la ayuda puede socavar la institucionalidad de los países pobres agudizando su dependencia externa. El caso de Bolivia ilustra este fenómeno. Durante los últimos veinte años fue laboratorio privilegiado de las recetas neoliberales, recibiendo un flujo de ayuda equivalente al 10% del PIB. Convertido en "proyectorado" de cooperación internacional, la afluencia de ayuda contribuyó a deteriorar la gobernabilidad del país, al distorsionar la formulación de políticas del Estado y reforzar la cultura política del clientelismo. La victoria de Evo Morales en 2005 supuso un importante giro al poner en marcha una agenda de cambios estructurales. Bajo la consigna "socios y no patrones", la "nacionalización" del gas triplicó la renta petrolera y permitió incrementar el gasto social destinado a los pobres. El Gobierno afronta numerosos desafíos. Entre ellos, gestionar políticas públicas de industrialización y empleo, así como romper ese tipo de dependencia psicológica que origina la ayuda externa.