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No es fácil vivir al margen de noticias y pronósticos sombríos. Tierras devastadas, inundaciones, sequías o migraciones forzadas nos producen malestar y angustia, algo que se ha dado en llamar ecoansiedad. Pero ese dolor, que da cuenta de nuestra preocupación por otras vidas, próximas o lejanas, presentes o futuras, puede tener un sentid: ponernos en marcha.
Llamamos "esperanza realista" a la defensa de ese espacio de posibilidad que le queda a un mundo en el que merezca la pena vivir, sin ingenuidad ni fantasías tecnológicas, improbable, pero no imposible. Sabemos que esa grieta de confianza es el camino frente a la desmovilización y la parálisis. Hay argumentos, creemos que sólidos, para mantenerla viva. De esos argumentos y agarraderos se habla en este pequeño libro.