Antes de morir trágicamente a los treinta y dos años años, Chris Chitty, un brillante historiador de la vida gay y el capitalismo, produjo un esclarecedor libro inacabado, Hegemonía sexual. En él ofrecía un relato de longue durée sobre el desarrollo de la homofobia y la homosexualidad.
A lo largo y ancho del espectro político, se ha convertido en un tópico afirmar que la sexualidad se construye socialmente. Los izquierdistas defienden el constructivismo social para socavar las ideas esencialistas sobre la sexualidad, y los reaccionarios lo hacen para librar una guerra contra lo que consideran ideología de género. Rara vez se aprovecha este hecho para desarrollar una comprensión de la sexualidad como algo moldeado por la transformación de las relaciones económicas y sociales.
Antes de morir trágicamente a los treinta y dos años, Christopher Chitty, estudiante de doctorado en el Departamento de Historia de la Conciencia de la Universidad de California en Santa Cruz, escribió un libro brillantemente original pero inacabado, Hegemonía sexual. En él realizaba una imaginativa fusión de la teoría del sistema mundo del sociólogo e historiador Giovanni Arrighi, y las ideas sobre la sexualidad del filósofo francés Michel Foucault, para plantear una pregunta fundamental: ¿Cómo ha influido el capitalismo en la aparición de la homofobia y la homosexualidad? Para el podcast The Dig de Jacobin, el editor Max Fox y el colaborador Chris Nealson hablaron con Daniel Denvir sobre estas complejas cuestiones. Encontrará el episodio aquí.
Daniel Denvir: Deberíamos empezar esta entrevista hablando de Christopher Chitty, el autor del extraordinario libro que estamos comentando. ¿Quién era Chris y cuál era su proyecto?
Max Fox: Christopher Chitty fue estudiante de doctorado en la UC Santa Cruz en el Departamento de Historia de la Conciencia. Murió en 2015. Era un pensador que se dedicaba a revisar la tradición de la liberación sexual desde premisas marxistas con el objetivo de iluminar ambos polos de una manera nueva. Y estaba trabajando en este proyecto extremadamente ambicioso para su tesis doctoral que terminó convirtiéndose en este libro que edité llamado Hegemonía Sexual. Ofrece una narrativa que trata de explicar el desarrollo de la categoría del homosexual masculino a través de una historia del sistema mundo capitalista. Y viceversa.
Chris Nealon: Max llegó a conocer bastante bien a Chris en Santa Cruz, pero él y yo sólo nos vimos una vez en persona en Berkeley, donde por entonces yo aún daba clases, para hablar de la posibilidad de que yo trabajara con él. Su proyecto consistía, como explica Max, en repensar tanto la historia del capitalismo como la de la sexualidad. Me entusiasmé mucho y me comprometí de inmediato. Conocí a Chris sobre todo porque me enviaba borradores de lo que finalmente se convertiría en este libro.
Daniel Denvir: Tengo entendido que Chris también era un militante comprometido en los movimientos sociales, en particular en torno a la Universidad de California y también en Oakland. Puede que fuera uno de los autores anónimos de Communique From an Absent Future [Comunicado de un futuro ausente], que anunciaba este nuevo periodo de lucha estudiantil tanto de graduados como de no graduados y ponía el lenguaje de Occupy realmente en circulación entre los militantes dos años antes de Occupy Wall Street. ¿Puede hablarnos un poco de su política y de cómo su militancia enmarca este proyecto?
Max Fox: Obviamente, no sólo era un académico brillante, sino también un militante bastante comprometido. Apareció en Santa Cruz, creo que en 2008, justo antes del comienzo de la crisis financiera.
Formaba parte de un movimiento estudiantil contra la subida sin precedentes de las matrículas. Las tasas subieron más de un 30 % en un solo año. De repente, el Estado afirmó que no tenía ingresos para mantener la educación superior al nivel que tenía antes. Así que él y sus compañeros y amigos montaron esta movilización estatal con un análisis muy sofisticado de la relación entre la universidad y la función de la educación en el Estado capitalista. En la práctica, esta resistencia tomó la forma de ocupaciones de edificios.
El objetivo explícito en aquel momento era volver a poner la ocupación sobre la mesa como táctica. En ese sentido, sin duda tuvo éxito, porque un par de años más tarde, se convirtió en una práctica global. Recuerdo que participé en la ocupación de un edificio y tuvimos un Zoom con estudiantes que participaban en luchas similares en Suiza, Viena o algo así. Hicimos estas conexiones internacionales, hasta el punto de que hubo una violenta represión en una de las ocupaciones en, creo, Berkeley y estas personas con las que acabábamos de chatear por vídeo marcharon a la embajada estadounidense en Viena para protestar por el trato que recibimos a manos del departamento de policía de Berkeley, algo que me conmovió mucho. Es un gesto realmente conmovedor, pero también un poco gracioso, que la embajada estadounidense tuviera algo que ver con una decisión así.
Ese fue el contexto en el que le conocí y en el que se convirtió en una figura muy querida en la lucha política de Santa Cruz. Y luego se trasladó a Oakland después de las luchas de Occupy Oakland que tuvieron lugar un par de años después de esta lucha universitaria.
Daniel Denvir: Volviendo al libro, Hegemonía Sexual plantea una pregunta realmente importante: ¿Cuál es la relación entre las prácticas y la identidad sexuales y la forma social del dominio capitalista? Pero antes de entrar en la argumentación de Chris, ¿podrías esbozarnos cuáles han sido las ideas predominantes entre los marxistas sobre esta cuestión?
Chris Nealon: En términos de homosexualidad y capitalismo, creo que hay una serie de argumentos que fueron formulados por los militantes en los primeros momentos del movimiento de liberación, sobre si y en qué sentido la homosexualidad o los homosexuales podrían ser considerados una clase, literalmente o por analogía con la clase obrera. Hay otro conjunto de argumentos que surgen más tarde en la práctica primero semiprofesional y luego profesional de escribir la historia gay. Estos proyectos tienen más que ver con dar sentido a las formas en que el tipo de homosexualidad masculina y, en cierto sentido, de lesbianismo que conocemos hoy en día, surgió del capitalismo.
Se esgrimieron argumentos famosos sobre, por ejemplo, el servicio militar en la Segunda Guerra Mundial, que llevaba a la gente a entornos homosexuales y luego les familiarizaba con los placeres de esos entornos cuando volvían a la vida civil y se congregaban en lugares como San Francisco o Nueva York. Así que plantear argumentos más o menos directos sobre la relación entre el capitalismo y aspectos capitalistas como servir en el ejército en tiempos de guerra llevaba a reclamar una identidad que antes no estaba disponible. Otra tradición afirmaba que la homosexualidad formaba parte de una manera de pensar en uno mismo como un extraño al capital, un renegado, un desviado, no integrado y, por tanto, refractario a hacer todo lo que el capitalismo nos pide.
Max Fox: También hay una forma menos comprensiva en la que algunos marxistas han pensado en la homosexualidad, imaginándola como una especie de decadencia burguesa y una desviación perniciosa en la que una sociedad proletaria sana sería capaz de eliminar. Evidentemente, no es únicamente competencia de los marxistas o de los comunistas pensar así, pero estos argumentos han existido en la izquierda.
Daniel Denvir: Más concretamente, Hegemonía Sexual trata sobre cómo pensar la regulación de la sexualidad como una técnica del dominio burgués. Chris parece recurrir a la hegemonía para dar sentido a cómo se gestiona la sexualidad más allá de la mera represión de las prácticas sexuales desviadas, a través de la construcción y manipulación de la moral, así como de las costumbres. Pero, ¿se trata también del papel de la sexualidad en cualquier proyecto hegemónico dado, o la noción de hegemonía sexual se relaciona con algo particular del dominio burgués?
Max Fox: Mi respuesta inmediata es: sí, es burgués. Chris afirma con bastante claridad que la disociación de la reproducción biológica de la reproducción de la propiedad es una de las condiciones previas para que la sexualidad sea algo que flota libremente y que requiere formas directas e indirectas de ser gestionada y utilizada. Esa no es una categoría pertinente de las sociedades pre burguesas. Antes de su creación, la sexualidad simplemente no era lo suficientemente libre y flotante todavía.
Al mismo tiempo, en este estudio que está desarrollando, está observando deliberadamente las formaciones sociales pre modernas, modernas tempranas, pre burguesas. Allí buscó pruebas de sus diversos intentos de intervenir en la conducta sexual. Así que en cierto modo historizó la aparición de la sexualidad como un objeto que está de alguna manera separado de las formas de dominación directa, digamos.
Es uno de esos elementos delicados o contradictorios de su estudio, porque está analizando la dinámica de la acumulación capitalista, que está en un extremo de una cadena bastante coherente de procesos históricos que conducen al presente, pero que, y esto es lo importante, no forma parte de la dinámica social que predomina ahora. Esencialmente, trata de poner de relieve la historicidad de estas prácticas observando cosas que son a la vez estables a través de formaciones sociales heterogéneas y que experimentan cambios significativos.
Chris Nealon: Parte de lo que es tan interesante es que el alcance histórico del libro, del que vamos a hablar un poco, es tan amplio: termina en la época contemporánea y comienza muy pronto en la historia del capitalismo. Se puede ver el uso instrumental de la sodomía, como una herramienta política, como una herramienta de estatus o, como una herramienta de gestión de las personas. Se percibe de manera diferente cuando una burguesía emergente está instrumentalizando la sodomía contra su rival, la aristocracia, a cuando más tarde moviliza el espectro de la sodomía contra las poblaciones trabajadoras para regularlas de diversas maneras.
Al mismo tiempo, y Chris hace este comentario al principio de su libro, existe esta importante lucha histórica; es una lucha a tres bandas que facilita el surgimiento de la burguesía allí donde ésta tiene que establecer la victoria sobre la aristocracia para la dominación de lo que ahora podríamos llamar trabajadores o proletarios. Ese tira y afloja a tres bandas tiene un aspecto diferente en distintos momentos del manuscrito.
Chris señala que la homosexualidad masculina es este lugar constante de contacto entre clases, así como de potencial intraclase para el escándalo. Por tanto, lo que se puede hacer para convertir la sexualidad en un arma, para convertir en un instrumento las acusaciones de sodomía, para apartar a un rival de la competencia por los recursos o para posicionar a una clase frente a otra de forma más beneficiosa, puede diferir según el escenario y el momento histórico.
Así pues, las acusaciones contra los vagabundos a principios del periodo que estudia Chris están entrelazadas con los procesos por sodomía. Más tarde, por supuesto, las versiones modernas de higiene pública se entrelazan con el deseo de asegurarse de que no haya actividad homosexual dentro o cerca del núcleo familiar obrero. De modo que convertir la sodomía en un arma resulta beneficioso para una burguesía emergente y, más tarde, para una burguesía hegemónica que busca mantener su dominio en diferentes momentos. Es una herramienta muy móvil. Creo que eso es, en parte, lo que permite a Chris investigar una amplia variedad de material histórico, porque es esta cambiante, pero en realidad extrañamente constante, línea de conducta para la burguesía.
Daniel Denvir: ¿Qué tipo de preguntas intentaba responder Chitty sobre el funcionamiento del poder a las que la comprensión del sentido común de la normatividad burguesa no puede dar respuesta? Antes hemos hablado de dónde encaja Chitty en los estudios marxistas. ¿Qué tipo de intervención marcó Hegemonía sexual en el campo de la teoría queer?
Chris Nealon: Creo que para Chitty, la normatividad es un poco flotante, como ¿de dónde vienen las normas? Sé que puede sonar un poco antiintelectual, pero eso es lo último que era Chris. Creo que hizo un análisis bastante riguroso de cómo la normatividad es una especie de apuesta libre si se es realmente materialista sobre quién crea la situación en la que algo llega a ser normativo o considerado normativo en primer lugar. Al plantear esa cuestión, puedes perder de vista los diferentes aspectos de la lucha de clases y cómo esa lucha es diferente en distintos momentos y lugares. Creo que lo que estaba haciendo en parte era tratar de alejarse de esa dinámica por esas razones, porque no parecía tener una historia de causa y efecto realmente buena.
Pero además, la normatividad divide el mundo en lo normal y lo queer, o lo normal y lo anormal. Y aunque eso es algo retórico, a lo largo de, digamos, finales del siglo XIX y principios del siglo XX, esa historia retórica no es necesariamente lo mismo que lo que está sucediendo sobre el terreno. Más tarde, en el uso de la palabra normativo en la teoría queer, ha habido intentos de reconocer que podría haber poblaciones de homosexuales que se sienten bastante felices y que incluso aspiran a la normalidad, por ejemplo.
El lenguaje de la homonormatividad intenta rescatar la utilidad analítica del concepto de lo normativo diciendo: «Bueno, no es tan sencillo como decir que están los normales y los queers. Hay muchos maricas que quieren ser normales, o quizá muchos normales que desearían ser maricas». Y así acabas, como puedes ver, en una especie de círculo en el que no sólo la causa histórica y el efecto se escapan de la imagen, sino que también acaba tratándose de categorías, en contraposición a la dinámica social real de la lucha. Creo que Chris era realmente consciente de tratar de hacer lo segundo más que lo primero. Cualquier utilidad que la normatividad, homo o de otro tipo, pueda haber tenido depende realmente de los contextos locales en un momento u otro.
Max Fox: En la introducción, habla de lo normal como una especie de propiedad de estatus que te libera de una actitud condescendiente hacia las personas que consideran que la adquisición de tales propiedades de estatus es necesaria para ellas. A veces necesitas apelar a cierto tipo de estabilidad o lo que sea, porque tú y tu mundo estáis siendo atacados por el Estado, por ejemplo. Y así, la consecución de un tipo de normatividad, o propiedad de estatus, puede seguir siendo conceptualizada como algo que quizá no esté totalmente en tus intereses revolucionarios. Pero no es el objeto de la falsa conciencia.
Claro que podemos reconocer que la sexualidad y el género se construyen socialmente, que es en cierto modo el gran logro de ciertos tipos de teoría queer. Pero se necesita un enfoque crítico de la sociedad capitalista para entender los medios de construirla, de lo contrario la configuración de la sexualidad se convierte en algo completamente fuera de nuestro alcance, ¿no?
A menos que estés un poco apegado a una idea voluntarista ligeramente liberal de la sociedad como un contracto o acuerdo entre poderes contrapuestos, es necesario tener alguna noción de lo social como sociedad de clases. Si no, sigues perdido en la confusión de la que esperabas salir diciendo que todo es social.
Daniel Denvir: Para Chitty lo que realmente necesitas es un contexto político económico. Y para ese contexto es fundamental la separación de los productores del control sobre los medios de producción, que es, desde una perspectiva marxista, fundamental para el surgimiento del capitalismo.
También es crítico, argumenta Chitty, en la creación de las formas modernas de sexualidad. ¿Cuál es la relación, según Chitty, entre la separación de los productores y los medios de producción? ¿Lo que los marxistas llamaban acumulación primitiva, por un lado, y, por otro, la separación de la reproducción biológica y la reproducción de la propiedad? ¿Y qué significaba todo eso para la sexualidad en general y para las relaciones sexuales entre hombres del mismo sexo en particular?
Chris Nealon: Si por propiedad se entiende la propiedad de las cosas que te permitirían reproducir tu propia existencia, una separación de eso, y no de la propiedad burguesa, se convierte en una historia muy interesante. Es una historia sobre la migración fuera de las estructuras familiares y hacia lugares como las ciudades.
Creo que hay algo realmente interesante en el trabajo de Chris sobre cómo la homosexualidad que vemos o proyectamos sobre el pasado ―ver en ella nuestra propia proyección sobre el pasado― es como un vector para formas de vida y maneras de construir comunidad reales y potenciales que tienen un potencial anticapitalista, casi menor que el hecho de la propia sexualidad. Pero la forma en que esos migrantes ven que dentro de la familia son superfluos, que la producción capitalista significa que ya no son necesarios para mantener la explotación, y que deben ir a sobrevivir de otra manera a la ciudad, conduce a una vida en la que te encuentras con otras personas en una situación similar y experimentas formas de intimidad que, independientemente de los actos sexuales que puedan conllevar con otros hombres, crean la posibilidad de imaginar o vivir, en pequeños aspectos, de forma diferente al ideal dominante.
La palabra de Chris era desdramatizar. Pensaba que la homosexualidad masculina había brindado a lo largo del tiempo estas interesantes oportunidades para pensar fuera del marco capitalista. No hay nada innato en la homosexualidad que lo facilite, pero las cuestiones que plantean esas experiencias son en realidad bastante profundas, y posiblemente más profundas de lo que alguien como Foucault hubiera imaginado.
Max Fox: Esa frase, la disociación de la reproducción biológica de la reproducción de la propiedad, para mí tiene su significado en la liquidación de la propiedad campesina que tuvo lugar durante la transición a la sociedad capitalista. Si pensamos en las familias campesinas, el título de propiedad está supeditado a estar casado y tener descendencia viable a la que transmitir la parcela. Esto estaba claramente regulado, legal y eclesiásticamente, así como por el otro extremo.
El derecho nobiliario es obviamente una propiedad política producida biológicamente también. A medida que la transición a la sociedad capitalista comienza a alterar estos patrones de reproducción de la transmisión de la propiedad, se empieza a ver la emigración o expulsión de los campesinos sin tierra que aparecen en las ciudades o aparecen en el campo como vagabundos como esta población históricamente nueva. Si se piensa en el tipo de estructura legal reguladora de la época, esa población no tiene realmente un modo legible de reproducirse sexual o materialmente.
Por lo tanto, los antiguos campesinos trabajan en todo tipo de mercados de trabajo informales, que en ese momento, en su mayoría están controlados por los gremios. Los gremios encuentran que esta nueva población es disruptiva, no son realmente capaces de formar familias porque la Iglesia no casa a la gente a menos que tengan título de propiedad, algo que no puedes conseguir porque estás desplazado de tu parroquia de origen. Así que ese es el contexto en el que yo lo entiendo como una desvinculación que tiene un significado histórico, político y económico que no es sólo, como, la gente empezó a pensar un poco diferente sobre estas cosas.
Daniel Denvir: Existen pruebas de erotismo entre hombres a lo largo de la historia, creo que prácticamente en todas partes, pero Chitty sostiene que la homosexualidad, tal y como la concebimos hoy, no. Y, por tanto, la homosexualidad tal como la entendemos surge sólo en condiciones históricamente determinadas. También sostiene que la homofobia no es una característica eterna o constante de la historia desde tiempos inmemoriales. Y, de hecho, dar sentido a la vigilancia y el castigo de la homosexualidad requiere un conjunto de herramientas históricas diferentes de la teoría de las fobias recurrentes o el pánico a las prácticas desviadas u otras identidades.
Para Chitty, la regulación de la homosexualidad se intensifica en estos momentos de crisis política y económica. ¿Cuáles son esos momentos? ¿Y qué función cumple la vigilancia de la homosexualidad en esos momentos?
Chris Nealon: Creo que, si nos detenemos un momento y reconocemos que el capitalismo nunca deja de estar en crisis en un sentido u otro, es decir, que se necesita mucha actividad para mantener la acumulación, entonces se podría decir que, en parte, lo interesante del estudio de Chris es que hay momentos en los que lo que se observa históricamente es la consolidación de ciertos tipos de respuestas capitalistas o protocapitalistas a las crisis de rentabilidad en las que las cosas están en auge.
En esos contextos, las acusaciones de sodomía o la homofobia se pueden convertir en armas para ayudar a la gente a acceder a un botín cada vez mayor. Pero en otras circunstancias, en las que una forma de búsqueda o acumulación de beneficios está en declive o en crisis, arrastrando quizá consigo una forma de gobierno que solía facilitar ese tipo de acumulación, se dan circunstancias en las que la homofobia se convierte en un arma para vigilar a las poblaciones en torno al acceso a un botín o a unos excedentes sociales cada vez menores. Por supuesto, se podría decir que la homofobia y la transfobia contemporáneas se parecen al caso número dos. Pero crisis puede significar cosas diferentes. Tiene que ver con cómo Chris utiliza algunas historias y sociologías amplias del capitalismo para construir su relato histórico y cómo eso puede adoptar una forma cíclica.
Max Fox: La arquitectura del libro se organiza en torno a estos periodos de crisis al cierre de un ciclo sistémico de acumulación, que es un término que adopta del historiador marxista Giovanni Arrighi.
Arrighi era uno de los miembros principales del amplio universo de los analistas del sistema mundo. Siguiendo al historiador de la escuela francesa de los anales Fernand Braudel, adoptó un enfoque longue durée, que significa tomar un marco temporal histórico extremadamente largo y utilizarlo para trazar procesos históricos que en un momento dado serían imperceptibles. Vistos desde esta perspectiva, estos fenómenos se revelan como el producto de tendencias.
Asimismo, Marx observa que en la historia del capitalismo hay una serie de centros hegemónicos que parecen desempeñar un papel particular en la organización, primero de la expansión material y luego de la financiarización, a medida que entran en el siguiente ciclo. Arrighi desarrolla esto con un detalle notable en un libro titulado The Long Twentieth Century [El largo siglo XX] que traza esta historia de ciclos sistémicos de acumulación desde Génova a Ámsterdam, a Londres y después a Estados Unidos como una especie de sistemas cada vez más amplios e intensivos de guerra, comercio y producción. Estos procesos presentan periódicamente ciclos en dos etapas que consisten, por un lado en la expansión del comercio y la producción material y, a continuación, en el tránsito a la financiarización, que, según él, es el síntoma del declive de determinados centros históricos hegemónicos.
En un periodo de financiarización, en cierto modo a sus espaldas, el centro hegemónico está sentando las bases para financiar literalmente la expansión del siguiente hegemón. Así, según Arrighi, Génova acaba básicamente pagando para que Ámsterdam la suplante. Ámsterdam hace lo mismo a cierto nivel por Londres, que hace lo mismo por Estados Unidos o Nueva York. Chitty toma esto como una especie de rúbrica histórica para observar lo que él descubre que son una especie de momentos periódicos de represión estatal de las culturas de actividad sexual masculina entre personas del mismo sexo. Tiene mucho cuidado de no llamarlo homosexualidad al principio, porque las categorías para que eso tenga sentido aún no existen. Pero observa los momentos de crisis financiera, básicamente como telón de fondo de estos periodos de represión estatal.
Chris Nealon: Creo que uno de los aspectos del interés de Chris por el modelo de Arrighi es que escribía tras una crisis financiera. Eso, para el propio Arrighi, condujo a un verdadero enigma. Arrighi se cuidó mucho de decir: «No sé lo que vendrá después, porque cada ciclo de acumulación tiene un arco geopolítico más amplio que el anterior». Además, la de Estados Unidos ha sido la más breve y la que ha abarcado el mundo entero, lo que lleva a plantearse preguntas difíciles sobre quién o qué es lo siguiente. China era a menudo la respuesta, con la excepción de un libro posterior de Arrighi, que argumentaba que China no podía ser la respuesta, per se; había que empezar a pensar en todo el sistema.
Arrighi escribió un libro titulado Adam Smith en Pekín, que sugiere que China emerge al final de este proceso como un lugar de experimentación capitalista extrañamente muy puro, porque el Estado chino puede permitirse respaldar ese tipo de experimentación capitalista porque tienen una economía controlada por el Estado. Pero el título completo de ese libro, en cierto modo, sería algo así como Adam Smith en Pekín, James Boggs en Detroit, porque está mirando las condiciones perfectas y destrozadas de la rentabilidad en el mismo libro. Así que no puede haber una respuesta única después de esto. Y ese es el momento en el que Chris escribía sobre este gran desconcierto, sobre la posibilidad de extender este modelo de ciclos de acumulación que el propio Arrighi ponía en cuestión justo antes de su muerte.
Daniel Denvir: Volvamos a la historia más específica que comienza con el ascenso de las relaciones sociales capitalistas en el mundo mediterráneo de principios de la Edad Moderna, en particular en las ciudades del norte de Italia, y por qué ese contexto político y económico propiciaba de la forma en que lo hacía el mero sexo entre hombres. Pero antes de llegar a eso, empecemos por la economía política básica. ¿Qué estaba ocurriendo aproximadamente en los siglos XV y XVI durante ese período en el norte de Italia, y dónde, en retrospectiva, encaja eso en el desarrollo del sistema mundo capitalista?
Max Fox: En el norte de Italia, digamos que en los siglos XII o XIII, al salir de la infame y poco dinámica Edad Media, se produce un aumento de la actividad económica en toda Eurasia. Así que todas estas ciudades están siendo refundadas y las rutas comerciales están siendo reconectadas. Y esto realmente sucede en todo el continente euroasiático. Hay evidencias de esto desde Inglaterra hasta China. Esto parece que se podría atribuir a la instauración del Imperio Mongol como un intermediario político que antes no existía. Las ciudades-Estado del norte de Italia se encuentran en una posición especialmente propicia porque están en el punto neurálgico de las rutas marítimas transmediterráneas y del comercio a través del Mediterráneo con mercancías que llegan de Asia, así como de la península hacia el norte de Europa, por lo que se convierten en intermediarias de estas dos regiones económicas de tamaño continental.
El resultado es el desarrollo bastante temprano en el contexto europeo de sofisticadas redes comerciales, prácticas contables, técnicas de producción así como de las primeras clases capitalistas en un puñado de estas ciudades-Estado del norte de Italia: Venecia, Milán, Génova y Florencia. En Florencia, en particular, hay una clase dirigente que desde muy pronto se especializó e invirtió en la producción de lana, el sector textil, que en aquella época era un campo de alta tecnología, y en la banca. Se convierten en los banqueros de Roma, lo que significa que son capaces de desarrollar todas estas relaciones comerciales con ciudades de toda Europa. Están encantados de recibir pagos en nombre de Roma en lana porque es su otra línea de negocio. En un momento dado, el gremio de la lana se transforma en banqueros.
Lo que esto también significa es que, como argumenta Arrighi, Florencia se desindustrializó muy pronto. En Florencia se da una situación extrañamente moderna, con una población de hombres de finanzas y otra de trabajadores asalariados. Los financieros ya no invierten en la actividad productiva porque les resulta más lucrativo prestar dinero y los asalariados están atrapados en esta ciudad sin forma de reproducir sus vidas. Es una situación muy volátil políticamente.
Todo esto viene a decir que la Florencia de principios del siglo XIII y principios del XIV es una ciudad extremadamente polarizada en términos de clase, de forma anómala en el contexto de la Europa de la época. Tiene un montón de proletarios en el sentido de que se trata de personas que no tienen nada más que su fuerza de trabajo para vender. Así pues, son el sustrato con el que la clase dominante, los Medici, que son comerciantes de lana convertidos en prestamistas, llegan y empiezan a construir estos famosos proyectos arquitectónicos del Renacimiento florentino que conocemos.
Chris Nealon: Creo que Chitty señala que en el centro del periodo que le interesa, Florencia se encuentra sumergida en lo que él llamó, creo que sin anacronismo, luchas obreras. Después de la Peste Negra, se produce un enorme cambio demográfico. La peste negra desempeña un papel interesante en la historia, al igual que la epidemia de cólera o el VIH en el otro capítulo. Quiero decir, Chris está realmente muy atento a lo que un gran evento biológico hace a la sexualidad. Pero si nos ceñimos a Florencia por un momento, después de la Peste Negra, existe esta inclinación a favor de las poblaciones trabajadoras. Él señala en un punto que al menos en Inglaterra, y creo que en otros lugares, las leyes de vagancia se utilizaron para ayudar a prevenir que los jóvenes deambularan por el campo en busca de salarios más altos..
Chitty también señala que hay una especie de lucha a tres bandas. Están los financieros, está la clase artesana y la clase que se extiende desde los aprendices hasta las poblaciones realmente excedentarias. Y ese triple tira y afloja, al igual que el ciclo de la rentabilidad primero y luego su pérdida o su declive expresado a través de la desindustrialización, forma parte de la historia desde muy pronto. Existen todos estos elementos en movimiento: la rentabilidad que conduce a la construcción de determinadas formas de gobierno y la configuración física de la ciudad y, a continuación, las personas cuyo trabajo es necesario para llevar a cabo esa configuración se convierten rápidamente en extras de la misma, así como la vigilancia por ese mismo motivo. Es un motivo recurrente.
Daniel Denvir: ¿Qué aspecto tenía entonces el erotismo masculino entre personas del mismo sexo en las ciudades-Estado de la época, y en Florencia en particular? Chitty identifica una tensión clave. Por un lado, las libertades sexuales de este mundo de la vida se veían limitadas por las relaciones de dominio esenciales para el funcionamiento de estas economías, que se basaban en la dominación directa y la producción artesanal, así como en la mayoría de los demás oficios especializados, y en la propiedad vagamente feudal de la tierra. Por otra parte, se abrieron nuevas y espectaculares perspectivas de libertad sexual al disolverse las antiguas relaciones basadas en la dominación y en un modelo de producción campesina centrado en la familia.
¿Cuáles fueron las fuerzas que configuraron las prácticas sexuales entre hombres en el norte de Italia, tanto dentro de una misma clase como entre distintas clases?
Max Fox: Lo que Chitty observa en esta época premoderna es lo que denomina sexualidad mediterránea, que según él es una expresión de factores básicamente geológicos. La forma social de las ciudades y las sociedades mediterráneas comparten ciertos rasgos que son el resultado de las limitaciones derivadas de la falta de tierra cultivable; la mayor parte de la actividad económica tiene que desarrollarse en cierto modo a través del comercio marítimo. Y esto adopta una forma particular, por la razón que sea, de reclusión de las mujeres en el hogar, lo que da lugar a la aparición de un espacio público segregado por sexos. Como resultado, las ciudades, dice, se convierten en espacios altamente masculinos.
Lo que esto significa es que el sexo entre hombres es un hecho bastante regular porque el sexo heterosexual requeriría entrar en matrimonio o prostitución, ninguno de los cuales está muy disponible porque la dominación directa, las relaciones de dominio, donde el aprendiz está bajo este poder patriarcal efectivamente elegido del maestro, condujo a patrones de matrimonio extremadamente tardíos. Y así, lo que se obtiene en todos los ámbitos históricos y geográficos es la creación de una cultura de la que podrían surgir la sodomía y las relaciones entre personas del mismo sexo.
Chris Nealon: Creo que Chris, además de eso, también está pensando en formas muy particulares de circulación de los cuerpos en el mundo que producen desplazamientos, crean nuevas oportunidades y requieren nuevas formas de vigilancia al mismo tiempo. Es una forma diferente de pensar en la contradicción de una población rebelde que ha cumplido su función y que puede que ya no sea necesaria, que se desplaza a algún lugar y se mantiene en movimiento, o ¿quieres vigilarla y mantenerla en un lugar?
Daniel Denvir: Volviendo a esa misma cuestión de la regulación estatal en la vigilancia de las relaciones sexuales entre hombres del mismo sexo. Chitty escribe sobre el caso particular de Florencia: «Muchas ciudades-Estado del norte de Italia establecieron oficinas municipales para la vigilancia de la moral pública en los siglos XV y XVI, y estas oficinas inevitablemente acabaron vigilando la actividad homosexual, además de la prostitución, el juego y otros delitos morales. Florencia, sin embargo, era excepcional en sus indulgentes condenas y castigos».
Así, compara el amplio, pero relativamente moderado, sistema policial de la Florencia de los Médicis con los castigos más frecuentes y brutales que se daban en ciudades-Estado como Venecia, donde la norma era quemar a los hombres en la hoguera por sodomía. ¿Qué revelan estos diferentes enfoques para regular, reprimir o castigar la sodomía en las ciudades-Estado acerca de esos Estados y de cómo estaban sorteando la crisis económica según el argumento de Chitty? Y también, ¿cuáles eran esas crisis económicas que esta policía intentaba resolver provisionalmente?
Max Fox: Se supone que Venecia superó con más éxito que Florencia este desplazamiento de la actividad productiva a la financiarización, pero tenía un enfoque mucho más severo de la vigilancia de la sodomía. Por ejemplo, adquirió fama de ser un lugar especialmente peligroso para los marineros, lo que llevó a esta población de gran movilidad, que básicamente controlaba las fortunas de una ciudad comercial como Venecia, a plantearse no navegar por allí. Ellos decían: «Este no es un lugar seguro para mí y mi tripulación, así que vamos a llevar nuestro negocio naviero a Livorno en su lugar». Así que existe este modo tal vez más medieval o más punitivo de la regulación de la actividad sexual en Venecia que de alguna manera se vuelve en contra de sus intereses económicos finales como un Estado mercante.
En Florencia, se estableció una oficina secular llamada Oficiales de la Noche que se encargaba específicamente de regular la sodomía, recibiendo acusaciones y escuchando casos contra personas que habían sido acusadas. Estuvo en funciones durante ochenta años o algo así, exactamente en este periodo de agitación política tras la desindustrialización y la financiarización de las que hablaba antes. Chitty descubre que es una herramienta de regulación mucho más eficaz abstenerse de castigos aterradores, y en su lugar tratar de obtener acusaciones de la gente e incluso autoacusaciones.
Como estrategia política, es mucho más eficaz si lo que se quiere es conseguir un mayor control sobre una población rebelde e inconformista que utilizar el terror. Mediante el establecimiento de esta oficina, obtienen un flujo regular de información sobre quién está vinculado con quién. Permite al Estado conceder indultos y convertirse en ese árbitro misericordioso e incluso justo que garantiza la estabilidad. Proporciona una especie de válvula de escape para lo que de otro modo podría convertirse en frustraciones que darían lugar a conspiraciones que a su vez podrían llevar al derrocamiento de la ciudad.
De hecho, una vez abolido el cargo en el siglo XVI o principios del XVII, Chris hace una lectura magistral de ciertas insinuaciones que Maquiavelo deja caer en una serie de cartas que escribe a su amigo sobre su mecenas, que fue expulsado de la ciudad tras una revuelta de unos jóvenes que supuestamente estaban molestos porque uno de sus amigos fue procesado por sodomía, después de que se aboliera el cargo, por lo que recibió un castigo mucho más severo del que habría recibido en otras circunstancias. El argumento es que el padre de la racionalidad política en el pensamiento europeo era capaz de ejercer el derecho cuando se trataba de regular la sodomía en la ciudad.
Chris Nealon: Chitty señala que Florencia se desindustrializó o, desde luego, se enfrentó a pérdidas de rentabilidad antes que Venecia, y que Venecia logra esta transición a capital totalmente financiera más dulcemente. Chris también comenta que estos rentistas seguían persiguiendo sin piedad a los sodomitas. Pero lo que también dice es que la naturaleza espectacular y despiadada del castigo llevó a que nadie dijera nada y, por lo tanto, a que hubiera muchos menos procesos de este tipo, lo que nos lleva de nuevo a esto de lo que hablaba Max de que los marineros evitarían Venecia. Así que a mediados del siglo XV ya se están dando de hostias y empiezan a dar marcha atrás en Venecia.
Pero hay semillas de un análisis materialista sobre la saña del castigo y el trasfondo ideológico de por qué en un lugar se toma un rumbo y en otro uno distinto, así como sobre la forma en que las clases dominantes se dan cuenta de que pueden haber cometido un error de cálculo. En esencia, lo que significa vigilar con éxito a una población es un blanco móvil. Los capitalistas siempre se han dado cuenta de esto: se dan cuenta demasiado tarde de que están frente al espejo retrovisor y se ajustan en consecuencia.
Daniel Denvir: Chitty escribe que la fascinación por la sodomía en el mundo antiguo ocupó un lugar destacado en la Italia de principios de la Edad Moderna: «No cabe duda de que el redescubrimiento cultural y la veneración de la Antigüedad en la Italia del Renacimiento desempeñaron un papel no pequeño en la autorización estética de la práctica del amor por los niños y los jóvenes varones». Escribe: «La homosexualidad de la antigua Grecia debe considerarse en sí misma el resultado contingente de una historia de lucha de clases, o de las primeras políticas democráticas y republicanas».
¿En qué consistía la práctica de la pederastia en la Grecia antigua? ¿Y cómo influyó su redescubrimiento en la Italia del Renacimiento y en la forma en que los italianos del norte interpretaron y explicaron el sexo entre hombres?
Max Fox: Afirma que no se trata de un rasgo cultural atemporal de la sociedad griega antigua, sino que, de hecho, es el resultado de la transformación en una sociedad de clases. En el siglo VI, creo, con las invasiones dóricas, la adopción del hierro, que democratiza la guerra, y el auge de la producción artesanal dan lugar a estas instituciones sociales que tienen como centro el amor erótico entre los hombres.
Así que esa especie de gimnasia y pederastia en Grecia implica una especie de valorización erótica de la belleza de los jóvenes antes de que llegue la barba. Esa es como la edad ideal. Y él dice que esto es una especie de característica de las políticas griegas, sólo después de esta especie de transformación en un tipo de sociedad de clases que está presente en el tipo de sexualidad mediterránea que él identifica como persistente desde ese momento alrededor de la cuenca mediterránea.
Daniel Denvir: Chitty, siguiendo a Arrighi, se centró entonces en las Provincias Unidas, una potencia económica, colonial y naval en ascenso, cuyos líderes protestantes habían liberado la mitad norte de sus dos Países Bajos españoles del control de los Habsburgo. Antes de entrar en el tema de la homosexualidad, ¿a qué se debió el ascenso al poder económico y militar de este pequeño estado neerlandés desde el punto de vista geográfico y demográfico a principios del siglo XVI? ¿Cuál es el papel de los Países Bajos en esta gran ola de la historia capitalista?
Max Fox: Son los sucesores de lo que Arrighi identifica como el ciclo genovés de acumulación. Cuando Génova se financiarizó, se convirtieron en los patrocinadores de los reinos ibéricos. Y así, las Provincias Unidas se enzarzan en la lucha por la independencia contra España, lo que significa contra el capital genovés básicamente. La pérdida de control sobre el mercado interestatal y el capital móvil que tenían los genoveses se restablece en Ámsterdam. Básicamente Ámsterdam se convierte en el centro empresarial de todas las mercancías del comercio intereuropeo, así como del mercado mundial que los imperios ibéricos acaban de abrir en sus viajes de descubrimiento.
Ámsterdam es ahora la especie de beneficiaria de las conquistas que el ciclo de acumulación genovés-ibérico puso en marcha. Y la base de ello para Ámsterdam es la construcción naval y la disciplina militar. Se apoderan de las rutas comerciales que los portugueses y los españoles tienen en las Indias y las Antillas. Crean una forma de ejército permanente y disciplinado sin precedentes en la historia de Europa y del mundo. Además, en Ámsterdam se crea la primera bolsa de valores que funciona constantemente. Así que tienen todas estas características de la modernidad capitalista relativamente pronto a principios de 1600.
Chris Nealon: Un aspecto especial del relato de Chris es que observa que, tras la Guerra de Sucesión española, las condiciones de trabajo «se deterioraron rápidamente en la industria de la marina mercante y los marineros se enrolaron por millares en barcos piratas». Buscaban otras condiciones de trabajo. Asimismo, el carácter más rebelde de esas condiciones de trabajo también parece producir diferentes tipos de acuerdos políticos.
Los piratas se dieron cuenta rápidamente de que son algo así como una clase. Son conscientes de sí mismos y empiezan a hacer todas estas cosas. Aparecen en las ejecuciones públicas, se manifiestan para que bajen los precios de los productos que necesitan para sobrevivir, como los alimentos, etc. Un desplazamiento de la mano de obra y diferentes cambios en las condiciones de su trabajo empezaron a producir su actividad política.
Nos acercamos al final moderno de la historia. Estamos más lejos del desplazamiento de las poblaciones campesinas al principio del libro y más hacia algo así como una concepción protomoderna por parte de un grupo de personas que podrían, de alguna manera peculiar, constituir en una fuerza política y tal vez incluso en una fracción de una clase.
Daniel Denvir: Chitty escribe:
Los marineros se enzarzaban en sucias pasiones por encima de las líneas de clase y raza, haciendo surgir el espectro de aquellas formas de solidaridad que eran totalmente anatema para el gobierno de los barcos, por no mencionar el comercio de esclavos basado en la ficción de que algunos humanos eran menos humanos. La preocupación por la homosexualidad no puede deberse a esas famosas preocupaciones protestantes por la decencia y la rectitud moral, a pesar de las piedades que se pronunciaran en torno a la horca. La prostitución existía en el Cabo de Buena Esperanza y se organizaba en el albergue de esclavos de la compañía. La autoridad parecía haber fomentado tales iniquidades para protegerse de otras.
¿Cómo fue posible esa homosexualidad, una homosexualidad particularmente cosmopolita, dado el carácter políglota del viaje a bordo de cada barco? ¿Cómo encajaba y desafiaba este orden político y económico holandés? ¿Un orden en el que el poder, tanto sobre estas importantes compañías fletadas como sobre el gobierno, dependía a menudo de estas particulares formas familiares que transmitían el control de padres a hijos?
En relación con esto, ¿cuál fue la crisis económica que provocó esta oleada de persecución de la sodomía? Esta ola fue, como observa Chitty, ocasionada por el surgimiento de este nuevo tipo de formaciones protoproletarias de hombres, en particular de marineros.
Chris Nealon: El esquema guarda relación con una dinámica profunda que Chitty rastrea en torno a cómo la historia del capitalismo crea poblaciones desplazadas para absorberlas en sus ritmos. Tal y como apunta Marx, es necesario separar a las personas de su capacidad de sobrevivir por sí mismas para conseguir que sobrevivan y se alineen con los ritmos de la acumulación. Pero al mismo tiempo, como señala Marx al final del volumen uno de El Capital, lo que se acaba haciendo es que se crean estos excedentes de población que plantean un problema constante para la acumulación de capital de diversas maneras.
En el caso holandés, que figura a su vez en el capítulo que aborda el caso inglés, se ve un cierto momento, no muy distinto al de Venecia, en el que las élites tienen que dar marcha atrás. Porque siempre hay una cuestión contradictoria en el disciplinamiento de las poblaciones proletarias y trabajadoras, que tal vez sea utilizar el espectáculo para mantener a la gente a raya. En particular, cuando se recurre al espectáculo, no a un ahorcamiento público de un sodomita cualquiera, sino a colgar a alguien por amotinarse en un barco o ahorcar a un grupo de personas, la amenaza de una reacción solidaria es grande.
Hay un momento, ya sabes, en el texto de Chitty en el que dice que cuelgan a quince hombres y se considera excesivo, porque desmoraliza y posiblemente crea una reacción violenta entre los marineros, incluso entre los amotinados. Es un momento del texto, en otras palabras, en el que la violencia de una persecución contra la sodomía unida a la posibilidad de un motín simplemente no parece merecer la pena después de un tiempo. En esencia, las autoridades dicen: «Dejad que se metan en líos porque necesitamos que sean una mano de obra disciplinada».
Chitty está dispuesto a abrirse a la posibilidad de que tanto la homofobia como el dejar de lado la homofobia tengan un papel que desempeñar en diferentes momentos y lugares de la historia tanto de la homosexualidad como del capitalismo. Eso es lo más real. Esa es la parte más real. En lugar de ser una homofobia de odio primitiva, es algo que se puede aprovechar y algo que hay que dejar a un lado.
Es una de esas cosas que ves resonar en nuestra época contemporánea. Las empresas gay son gay porque les interesa, igual que en otros contextos les habría interesado lo contrario. Ese es el realismo de Chitty sobre la homofobia; es su maquiavelismo. Es parte de la fuente de su interés por Maquiavelo, que creo que además de Marx es, sinceramente, incluso más que Foucault, uno de los pensadores clave que nutren su pensamiento. Ese realismo, esa visión lúcida y sin sentimentalismos le permite ver que la homosexualidad y la homofobia han sido a la vez un obstáculo y un instrumento para la acumulación capitalista. Es necesario seguir la pista de ambos desarrollos. No se puede ser idealista si se quiere hacer un seguimiento de ambos.
Max Fox: Tiene un enfoque muy antisentimental. Al mismo tiempo, lo que está viendo es una respuesta ligeramente fantasiosa o incluso histérica por parte del Estado capitalista ante estos fantasmas y amenazas de sodomía. La piratería es un problema no simplemente porque los piratas roben ciertos cargamentos o impongan costes de transporte a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, sino porque no sabes si tu mano de obra se va a embarcar con ellos porque piensan que es un estilo de vida mucho más atractivo no ser castigado por hacer lo que cualquier hombre haría cuando estás atrapado en un barco con un montón de otros hombres.
Por un lado, hay una racionalidad calculadora en esta represión y, por otro, parece un poco exagerada por parte de estas autoridades. El hecho de que tienes esta población flotante de personas que necesitas El hecho de que tengas esta población flotante de personas que necesitas y que están disponibles precisamente porque no son estables y no pueden reproducirse. Por lo tanto, la forma en que los necesitas es en su inestabilidad. Cuando no los necesites, ¿adónde van a ir? Van a aparecer en las ciudades portuarias y van a empezar a vivir de esta manera revoltosa.
Uno de los desencadenantes de estas oleadas holandesas de ejecuciones son las bandas de adolescentes de Ámsterdam que van por ahí acosando a los hombres, por los puentes de Ámsterdam o lo que sea, y se acercan a ellos para luego extorsionarlos, independientemente de que vaya a haber o no algún tipo de contacto sexual. Son muy difíciles de erradicar porque cuando se preocupan de que el Estado vaya a por ellos, se suben al siguiente barco y se van a Batavia o a donde sea, porque hay una necesidad constante de cuerpos intercambiables en las fuerzas de esclavitud.
Daniel Denvir: Entre algunos marxistas se afirma que Foucault era un agente secreto de algún tipo de proyecto contrarrevolucionario, la persona que dirigía cierto giro cultural que demolía el Estado del bienestar desde su atril en el College de France en París. Y aunque Chitty no estaba en absoluto de acuerdo con esa valoración ―pensaba que la obra de Foucault era esencial―-, criticó a Foucault desde otra dirección.
Max, escribes en el prólogo: «Pero la historia de la sexualidad de Foucault omitió la mayor parte de lo que era necesario para que la sexualidad burguesa moderna se consolidara históricamente». Argumentas:
Gran parte de los textos aquí publicados representan el largo esfuerzo de Chitty por corregir los errores que Foucault, a sabiendas o no, había permitido que se establecieran en algo así como un dogma, tanto dentro del estudio de la sexualidad como, negativamente, dentro de los tratamientos más marxianos del dominio burgués que no abordaban la sexualidad como uno de sus componentes clave.
¿Cuál es la famosa crítica de Foucault a la llamada hipótesis represiva y en qué se equivoca Foucault, según Chitty?
Chris Nealon: Una de las cosas que dice Chitty que me parece realmente interesante es que Foucault quiere utilizar la lucha de clases como metanarrativa para el nacimiento de la sexualidad moderna, pero que en realidad sólo piensa en las maquinaciones de la burguesía emergente y no piensa ni dedica mucha atención académica, ni profundiza en los archivos de las comunidades trabajadoras o proletarias, pensando en cómo y sobre si su sexualidad tenía significados antes de que fuera supuestamente instrumentalizada por la burguesía. A eso se refiere, en parte, con el compromiso histórico comparativo y con el hecho de que, si sólo se mira un lado de la historia, se va a contar una historia sesgada.
Pero hay otra cosa que Chitty afirma que es muy interesante y que nos lleva por un momento al terreno filosófico. Chitty afirma que Foucault, tal vez debido a sus profesadas inclinaciones kantianas, cultivó una indiferencia hacia la separación de lo ontológico y lo epistémico. En mi opinión, Chitty está señalando algo concreto e importante sobre Foucault, es decir, que él quería pensar sobre el conocimiento, no sobre el ser, quería pensar, por supuesto, sobre la creación del conocimiento y la utilización del conocimiento como una herramienta de poder. Quería evitar lo que parecen preguntas potencialmente esencializadoras como quiénes somos, quiénes podríamos ser, y esas preguntas planteadas en la Francia de mediados del siglo XX, especialmente en el ámbito de [Jean-Paul] Sartre.
Chitty opina que Foucault paga un precio por ceñirse sólo a la homología del pasado, como lo que se sabe o se dice que se sabe sobre la sexualidad y lo que el conocimiento de la sexualidad puede hacer por las personas. Lo que se pierde es una pregunta sobre la fertilidad que no puede dejar de ser una pregunta sobre nuestro ser. Y es la cuestión de la libertad. En los pasajes que siguen a esa distinción entre Foucault y Sartre, Chitty dice que, dada la historia de la homofobia, especialmente en Estados Unidos, hay un elemento de elección implicado en la reivindicación de una determinada identidad sexual.
Ahora bien, es delicado decir esto, porque, por supuesto, los evangélicos de derechas han querido durante mucho tiempo eliminar la posibilidad de ciertos tipos de liberación sexual sobre la base de decir que tú escoges esto y todo lo que te pase, debido a tu elección - homofobia, discriminación, VIH - es culpa tuya. Así que para Chitty decir en algún nivel profundo, llamémoslo ontológico, que quieres afiliarte con la gente, la gente que te hace sentir vivo, la gente que te hace sentir cómodo, la gente con la que te sientes seguro sexualmente, eso es algo así como una elección.
Pero Foucault no va por ahí. Esa es otra cuestión, además de la ausencia de un archivo proletario en Foucault, que, aunque suene filosófico, es crucial para la comprensión actual de algunos de los límites del modelo foucaultiano.
Daniel Denvir: Los activistas gay, y más recientemente los trans, han reaccionado a estos ataques de la derecha insistiendo en que la base del derecho a ser gay o trans es que se trata de algo biológico y no de una elección, algo sobre lo que Andrea Long Chu escribió hace unos años en n+1.
Chris Nealon: Se trata de una conversación que todavía tiene mucho margen para desarrollarse, avanzar y oxigenarse. ¿Qué es la biología? ¿Cuál es tu relación consciente o inconsciente con la biología? ¿Qué significa elegir algo bajo coacción? ¿Libremente? Por eso creo que le interesa el lenguaje no sólo de la elección, sino de la libertad, y en qué condiciones podemos elegir. Así que hay más cosas en las que pensar.
Daniel Denvir: Volvamos al capitalismo del siglo XX y a su epicentro, Estados Unidos, el periodo que también nos permitirá reexaminar los derechos de los modernos homosexuales, la política y el orden contra el que se rebelaba. Para empezar, ¿qué tipo de orden era el del siglo XX fordista y con qué fin operaba? Parte de la respuesta la escribe Chitty:
Se encuentra en el análisis que hace [Antonio] Gramsci del capitalismo fordista y de la atención que los capitalistas sabían prestar a la sobriedad y la moral sexual de los trabajadores, ejemplificada nada menos que por el Departamento de Sociología de la Ford Motor Company, que intervenía en los aspectos más íntimos de la vida de los trabajadores para garantizar la reproducción de un tipo muy particular de trabajador.
¿Por qué el auge de la producción en masa provocó esta universalización de las normas de la clase media entre los trabajadores de una forma que no había ocurrido en fases anteriores del capitalismo industrial? ¿Por qué las vidas de los trabajadores se volvieron tan importantes para los capitalistas de formas radicalmente nuevas?
Chris Nealon: Es realmente una historia estadounidense, o al menos una historia estadounidense y europea, sobre el cuidado de las condiciones de vida de los trabajadores. Se podría mirar a otras partes del mundo en esa época y ver mucho de lo que se ve hoy, que es una falta de ese cuidado. Pero en la medida en que EE.UU. lleva el timón, en términos de liderar el golpe de tambor de los ritmos del capital en este momento de la historia ―principios del siglo XX hasta mediados del siglo XX― sí importa.
Creo que el Departamento de Sociología de la Ford es un gran ejemplo. Chitty habla de ello al principio del libro. Esta forma dominante de producción ―la producción de lo que será una tecnología universal de transporte de masas en una parte dominante del mundo― sirve de modelo para la máxima eficiencia en todas las contingencias posibles del proceso laboral, extendiéndose a la reproducción de una mano de obra estable.
Eso es algo que es y no es una dinámica que el capital se preocupa de asumir por sí mismo en diferentes momentos. A veces se quiere descargar de eso y a veces quiere asumirlo. La importancia radica simplemente en que se trataba de un momento en el que tanto la ideología como la dinámica material real de la eficiencia, en esta tecnología emergente de la producción automovilística, eran de suma importancia.
¿Practica ya la industria automovilística contemporánea ese cuidado con sus trabajadores? Pues no. En realidad, se trata de una doble dinámica. Ciertamente forma parte de la historia del desarrollo de un cierto tipo de moral sexual, pero también es un recordatorio de las contingencias históricas de tales desarrollos. Lo que quiero decir es que hay momentos en los que el capital sí se preocupa por ciertos sectores tecnológicos o ciertos lugares, y luego hay momentos en los que no.
Max Fox: Tomar a la Ford Motor Company como modelo paradigmático de las relaciones capitalistas a escala mundial no deja de ser controvertido. Sin embargo, creo que es interesante, tienes un proceso de producción altamente avanzado, altamente capitalizado que por lo tanto requiere una mano de obra altamente sintonizada para que coincida con él. La idea de que, al mismo tiempo que se producen nuevas mercancías técnicamente avanzadas, se produzcan nuevas personas técnicamente adaptadas es un concepto muy sugerente y creo que ayuda a explicar muchas cosas que, por lo demás, resultan un poco confusas en estas historias de cambio en la sexualidad.
Daniel Denvir: ¿Qué significa entonces ese momento fordista, que no deja de ser una generalización de la moral sexual burguesa, para Chitty, para cómo entendemos la homofobia moderna, y también para cómo entendemos la lucha contra esa homofobia, el movimiento por los modernos derechos de los homosexuales?
Max Fox: Hay una historia en la que se basan muchos historiadores homosexuales, que es intuitivamente bastante satisfactoria, según la cual la expansión de la producción de mercancías suaviza las formas restrictivas de la familia campesina precapitalista y aumenta efectivamente la libertad sexual, algo que Chitty afirma que es cierto hasta cierto punto. Chitty analiza la disolución de las sexualidades campesinas y la aparición de hegemonías sexuales proletarias y mediáticas en las ciudades, entre otros aspectos.
Sin embargo, no es posible determinar si se trata de una relación positiva en la que más capitalismo significa más libertad sexual, porque tampoco es posible determinar si este nuevo avance en las técnicas de producción conduce a un nivel de represión estatal sin precedentes.
Digamos que la sexualidad fordista se caracteriza por un nivel bastante anómalo de visibilidad y control estatal sobre el comportamiento sexual de la clase obrera. No es lo que cabría esperar si junto al modelo de producción de mercancías floreciera la libertad sexual.
Chris Nealon: Cuando tenía veinte años, era un ferviente estudiante de la historia gay y lésbica que Chitty describe y de la que ofrece útiles críticas. Esa formación siempre me dio la oportunidad de reflexionar, una vez que obtuve un poco de educación histórica, sobre la diferencia entre una homofobia del mundo antiguo o de principios de la modernidad que es sólo como un superior que se mofa de alguien, tal vez un rival político ―«Oh, ese marica»―, frente a la violencia mortal de la homofobia de la que me enteraba leyendo la prensa queer cuando estaba llegando a la mayoría de edad. Hoy en día oímos hablar cada vez más de ese nivel de violencia porque está mejor documentada en las comunidades trans y en las comunidades trans de color; también se cubrió de forma espectacular en la época de las agresiones y el asesinato de Matthew Shepard, a finales de la década de 1990, cuando se tomaba nota sobre todo de las agresiones a hombres gays cis blancos.
Ese tipo de violencia más mortal, comparada con esa forma anterior de burla digamos trivial, iba silenciosamente en contra de lo que me habían dicho que era el modelo foucaultiano, donde una brutalidad anterior había sido pulverizada en formas localizables de disciplina como los exámenes de psicología y las cuestiones de normalidad. Siempre fue un interrogante interesante para mí. Así que años más tarde, cuando llegué a Chitty, me encontré con la sensación de que podía tener algunas herramientas para pensar sobre esto.
Una punzada, supongo, siento al pensar en lo que Chitty habría hecho de este fenómeno... Cierto. Se trata de cuál habría sido su análisis de la era McCarthy, el anticomunismo y la homofobia en sus implicaciones a mediados de siglo; eso no es algo que aborde este manuscrito. Pero, en cierto modo, parece un ejemplo perfecto o culminante del argumento exacto de este libro, sobre la movilización de la homofobia cuando sirve a las necesidades del capital. Porque la coartada de la homofobia estadounidense era un cierto tipo de anticomunismo. En lugar de «Oh, aquí mi rival, la Florencia medieval es un marica y deberías darme el puesto en el aparato del Estado», es como «Ese mariquita de ahí nunca será un soldado. Y si fuera soldado, probablemente traicionaría a nuestro país, y entonces perderíamos una guerra nuclear. Así que, por supuesto, debemos darle una paliza».
Ese entrelazamiento o vinculación es discursivo. Por lo tanto, supongo que es susceptible de un análisis de unidades de codificación. Pero también es un montón de otras cosas que son bastante materiales sobre el miedo a diferentes formas de organización social, del comunismo real.
Las herramientas de este libro brindan la oportunidad de pensar en algo así como la homofobia estadounidense de mediados de siglo, el anticomunismo o la homofobia anticomunista, en tándem.
Daniel Denvir: Chris, tú escribes:
Lo que hace que la obra de Chitty sea tan interesante es su voluntad de dejar de lado la posibilidad de un deseo basado en una homosexualidad comunitaria, identaria o en una homosexualidad abstractamente antinormativa. Esto se debe a que considera que las vicisitudes de la acumulación de capital son analítica e históricamente anteriores a las clases de formación y deformación, así como que estos procesos son anteriores a cualquier experiencia identitaria de la sexualidad. Esto se debe también a que ve la homosexualidad como expresiones identarias que apenas enmascaran un conflicto de clase con homosexuales en ambos bandos, un conflicto que es más profundo que la identidad individual y que obvia cualquier intento de hacer de la gente gay o queer, una categoría de identidad anticapitalista de dos núcleos.
Si Chitty no cree que la promesa emancipadora de la liberación queer derive de una identidad específica o incluso de una práctica sexual específica, entonces ¿cuál es su promesa? Su amigo y camarada Evan Calder Williams pensaba que era su atención al «desordenado terreno de la amistad, la intimidad y la clase, inseparable de los espacios del capital y de los intentos de hacerlos nuestros».
Chris Nealon: Una de las cosas que me pareció más poderosa del libro de Chitty fue su forma de ser realista sobre la homosexualidad y las diferentes formas que adopta: una identidad gay y una homosexualidad antinormativa que el propio Chitty encarnaba. Me parece que él veía que, entre otras cosas, la historia de la homosexualidad masculina era un gran ejemplo de las aperturas y cierres que ofrecen los distintos tipos de intimidad, amistades, contacto sexual, comunidad sobre la marcha, comunidad más estabilizada y luego deformada, todas esas cosas.
Pero es un ejemplo de algo que ha servido a la gente que está fuera de la acumulación, a veces arrastrada a ella y expulsada de ella, para dar forma y sentido a sus vidas, incluyendo potencialmente una forma y un sentido que consistían en no querer que el mundo siguiera siendo capitalista.
Pero creo que lo que es tan poderoso es que no hay un sentido innato de que en la década de 2070, si por alguna razón todavía estamos luchando para derrocar el capitalismo en la década de 2070, va a haber algo innatamente anticapitalista sobre la homosexualidad o lo que sea que se vaya a llamar entonces, per se. Creo que él lo vio muy claro, que eso no significa despreciar los potenciales que se derivan de las diferentes formas de vida. Puede que tu anticapitalismo comience con tu homosexualidad y que sea más poderoso por ello, o puede que no.
Así que no creo que se rinda ante la homosexualidad, per se. Sólo creo que no le da demasiada importancia mientras intenta contar una historia mejor de todo lo que se podría hacer y se ha hecho con ella.
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Colaboradores
Chris Nealon enseña inglés en la Universidad John Hopkins. Es autor, más recientemente, de un libro de poemas titulado The Shore y de una colección de ensayos sobre poesía y capitalismo titulada Infinity for Marxists.
Max Fox es escritor y traductor, y editor fundador de la revista Pinko.
Daniel Denvir es autor de All-American Nativism y presentador de The Dig en Jacobin Radio.