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Tel Aviv era un horno. Nunca supe si en el aeropuerto Ben Gurion no había aire acondicionado o si ese día no estaba funcionando o si tal vez alguien había decidido no encenderlo para que así los turistas nos adaptáramos rápido a la pastosa humedad del Mediterráneo. Mi hermano y yo estábamos de pie, agotados, desvelados, esperando a que salieran nuestras maletas. Era casi medianoche y el aeropuerto ya no parecía aeropuerto. Me extrañó notar que algunos pasajeros, también esperando sus maletas, habían encendido cigarros, y entonces yo también saqué uno y lo encendí y el humo amargo de inmediato me refrescó un poco. Mi hermano me lo arrebató. Soltó un suspiro de humo entre indignado y rabioso y murmuró alguna injuria mientras se secaba la frente con la manga de su playera. Ninguno de los dos quería estar allí, en Tel Aviv, en Israel.
Así arranca "Monasterio", la obra más reciente de Eduardo Halfon: un viaje conmovedor e intenso a las orillas bíblicas del mar Muerto, a las profundidades más oscuras de la identidad, de los orígenes, de la intolerancia, del enajenamiento religioso, de los límites y las ficciones del hombre para alcanzar la salvación. Así arranca esta nueva pieza de una constelación literaria iniciada con "El boxeador polaco" y seguida de "La pirueta", un proyecto narrativo en proceso que el periodista Suresh Menon calificó como "uno de los más emocionantes experimentos literarios en curso".