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Ya están aquí. En los consejos de administración de las empresas, en los ministerios y oficinas gubernamentales, en los centros de enseñanza e investigación, en los medios de comunicación masivos, en las redes sociales... Parecen humanos normales a simple vista, pero son alienígenas venidos del espacio exterior. Los reconocerás por su convicción profunda de que no somos seres de esta Tierra, sino másters del universo; que nuestro destino está en la conquista y explotación del sistema solar primero y de las estrellas más lejanas después; y que en nuestro planeta están sólo de paso, y pueden por consiguiente tratarlo como un objeto desechable, una biosfera de usar y tirar. Gente que no quiere viajar a Marte argumenta que uno no puede ser un productivista consecuente si no está dispuesto a tratar la Tierra como un planeta desechable, para emprender a continuación la fuga al cosmos. Y que esta tentación de fuga se inscribe en un movimiento antropófugo más amplio y complejo, un movimiento de huida de la condición humana que debemos tomar muy en serio, y contra el que hemos de resistir. No podemos seguir manteniendo la mentalidad del cowboy (llegar, explotar, marchar) en un mundo lleno, donde ya se ha llegado a la frontera. Lo anterior vale también para vaqueros interplanetarios. Habrá que aprender a cuidar la tierra (y la Tierra), tratándola a veces con amor de hortelana, a ratos con reverencia de ermitaño budista, por trechos con sentimiento de hermandad franciscana, en otras ocasiones con admiración de indígena amerindia. Y recordaremos que un guardián o guardiana de la finitud ha de ser audaz, ciertamente, pero también, a la postre (como sugirió Karen Blixen), no demasiado audaz.