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La antropología, a partir de una concepción unívoca y lineal de la historia, ha presentado las sociedades primitivas como sociedades incompletas, menos evolucionadas, por carecer de Estado; se trataría, en definitiva, de sociedades que todavía no han alcanzado la edad adulta, aún estancadas en la infancia de la humanidad. Los prejuicios etnocéntricos también han llevado a afirmar que estas sociedades tienen una economía de subsistencia ?es decir, que son sociedades sin mercado o sin excedentes, sociedades de la escasez? y una tecnología inferior, ignorando que se trata de sociedades que han desarrollado una tecnología suficiente para sobrevivir en condiciones óptimas en su medio, teniendo que dedicar solo una pequeña parte de su tiempo a tareas de reproducción y alimentación.
En la obra de Pierre Clastres subyace una preocupación de fondo: la cuestión del poder. Para él, la aparición del Estado es el mayor accidente histórico. En el Estado reside el origen de la dominación y la desigualdad. A fin de conocer la ruptura que lleva a la aparición del Estado y a la división en clases, Clastres analiza la cuestión del poder entre las sociedades primitivas, sociedades para las que el poder no significa coerción. Su investigación etnográfica sobre diferentes pueblos indios sudamericanos y sus estancias entre los yanomamis, los guayaquís y los guaraníes le permitieron un conocimiento profundo acerca de los múltiples mecanismos de que se han valido las sociedades aestatales para impedir la acumulación de poder y de riqueza. Estas suponen, más que modelos a imitar, contrapuntos fundamentales frente a la lógica empobrecedora que la hegemonía estatalista y capitalista establece sobre las sociedades humanas.